Aunque parezca mentira, tal y como comentamos en el artículo anterior, existen razones fundadas para pensar que en aquellas regiones donde existe una concentración de cooperativas la población goza de mejor salud. No es una relación directa, pero se puede argumentar de diferentes perspectivas. Desde el ámbito de la salud está más que demostrado que la menor desigualdad económica mejora la salud pública y las cooperativas fomentan mayor equidad que otras formas organizativas. La confianza mutua mejora la salud pública y la desigualdad económica genera desconfianza, por lo que en las regiones cooperativas por excelencia se espera una mayor confianza. Por último, la desigualdad genera estrés y el estrés incide positivamente en muchas enfermedades, principalmente las cardiovasculares. Ahí tres argumentos distintos para creer que el cooperativismo puede influir favorablemente en la salud pública.
Empleo y salud
En el estudio que hemos realizado desde MIK junto con investigadores del Departamento de Sanidad del Gobierno Vasco hemos concluido que, efectivamente, la concentración de las cooperativas mejora la salud de los habitantes de la región. Por ejemplo, la tasa de mortalidad general que incluye las principales tasas de defunción es inferior tanto en el caso de los hombres como en el de las mujeres en las zonas con elevada concentración cooperativa. Se obtienen resultados similares para el caso de la cardiopatía isquémica. Es decir, una persona, es igual que sea hombre o mujer, que vive en una zona cooperativa tiene menos probabilidades de morir por un ataque al corazón. ¿Cómo puede ser todo esto?
Vuelvo a recalcar: la relación no es tan directa. Nuestros resultados sugieren que es el menor grado de desempleo que caracteriza a las zonas cooperativas lo que verdaderamente explica la mejor salud de los habitantes de esta zona. Volvemos a la primera argumentación, las desigualdades sociales influyen en la salud de la ciudadanía. El cooperativismo ha contribuido y está contribuyendo a la creación y mantenimiento del empleo, lo que se traduce en una menor tasa de desempleo en las zonas donde se sitúan las empresas cooperativas, y por consecuencia, menores desigualdades económico-sociales. Es eso lo que explica la mejor salud pública de las regiones cooperativas.
No obstante, no siempre se cumple está relación positiva entre el cooperativismo y la salud pública. En el caso de los suicidios, principalmente femeninos, la relación es opuesta: en regiones cooperativistas la probabilidad de morir por suicidio es superior. ¿Por qué? Es una pregunta cuya respuesta, por el momento, se nos ha quedado en el tintero.