El trabajo comenzaba en el bosque talando y descortezando los árboles; los troncos pelados y sin ramas eran trasladados por medio de bueyes o mulos hasta el punto donde se construía la almadía, nombre que recibía el conjunto de troncos unidos a modo de balsa. La tarea era compleja, los troncos se recortaban por sus extremos a los que después se les hacían unos agujeros por los que se hacían pasar ramas flexibles de avellano que servían para “coser” paralelamente unos troncos a otros hasta formar una balsa que venía a tener unos cinco metros de largo.
La almadía era una serie de balsas colocadas en fila y unidas entre si mediante ramas de roble o abedul, previo calentamiento para facilitar su manipulación. Una vez finalizada la almadía se tiraba al agua para que río abajo llegase, conducida por los almadieros, a su destino.
Aragón y Navarra
Los primeros en utilizar las almadías fueron los aragoneses de los valles de Ansó y Hecho, y hacia mediados del siglo XVIII adoptaron este medio de transporte los navarros de los valles de Salazar, Roncal y Aezkoa. El descenso de los ríos se solía hacer en junio y julio aprovechando que iban caudalosos por el deshielo. Los almadieros sorteaban toda clase de obstáculos para llevar sus almadías hasta Sangüesa: rápidos, rocas semiocultas por el agua, curvas acusadas de los ríos, tramos de poca agua.. y eran objeto de numerosos abusos por los impuestos que tenían que pagar por derecho de paso, lo que motivó numerosos pleitos.
En el siglo XVI se contabilizaron hasta trescientas almadías lo que generaba un intenso tráfico almadiero. Llegaban hasta Zaragoza e incluso hasta Tortosa si la madera iba destinada a la construcción naval. Durante el trayecto también vendían la madera en los pueblos. El viaje era largo y las almadías llevaban unos soportes donde se guardaban y preservaban del agua los alimentos para el viaje que eran fundamentalmente pan y tocino para preparar las exquisitas migas de pastor.
La tradición almadiera duró hasta el siglo XX, el invento del camión y el transporte por carretera fueron acabando con el transporte por río. La puntilla se la dio la construcción del pantano de Yesa a mediados del siglo XX. Durante unos años las almadías desaparecieron pero allá por los setenta algunos almadieros, ya con bastantes años a sus espaldas decidieron recuperar esta tradición, y desde 1992 se celebra todos los años en Burgui el Almadiaren Eguna, Día de las Almadías.
Recuperar la tradición
Manos jóvenes y hábiles han ido sustituyendo a los viejos almadieros para los que conducir las almadías era su profesión y medio de ganarse la vida; los almadieros de hoy están motivados por el sentimiento de recuperar una tradición. Burgui es la localidad más meridional de los siete municipios que integran el Valle del Roncal y pertenece a la Merindad de Sangüesa. Su orografía es montañosa y las sierras de Illón y Virgen de la Peña, en el límite exterior de Burgui, están separadas por la Foz de Burgui, una garganta abierta por la erosión del río Ezka que atraviesa la población. Esta foz, que también tiene una parte aragonesa, en su parte Navarra fue declarada reserva natural por su interés geológico y biológico. El entorno de la localidad de Burgui es precioso.
El encanto de Burgui
El casco urbano es pequeño pero muy bonito. Abundan las construcciones de sillar con chimeneas de tipo pirenaico, pero su patrimonio cultural está encabezado por un puente medieval de piedra sobre el río Ezka. Es de tres arcos de diferente tamaño volteados hacia la orilla izquierda y que conserva los tajamares.
Desde el siglo pasado su población ha ido disminuyendo y en la actualidad el censo ronda los trescientos habitantes. Ello hace que habitualmente sea una localidad muy tranquila como muchas localidades del Roncal, pero el día de las almadías una marea humana inunda sus calles.
El Almadiaren Eguna se suele celebrar hacia finales de abril o primeros de mayo. Se construye una almadía y se hace la botadura río arriba de Burgui para ir descendiendo por el río. La organización de esta fiesta popular a la que acuden no sólo gentes del Roncal sino de toda la geografía vasca es muy buena, hay parking a la entrada del pueblo y espacio suficiente en las márgenes del río para poder ver el descenso de las almadías con toda tranquilidad. Joaldunak, erraldoiak, akera, animan las calles y márgenes del río, y todo el pueblo es una fiesta. Hay comida popular, venta de productos típicos de la zona, en fin, los ingredientes de una fiesta popular muy concurrida y animada.
El año que viene, porque este año ya se ha celebrado, hay que estar atentos hacia mediados finales de marzo y en cuanto se sepa la fecha reservar el día para la excursión porque merece la pena.