The First Men in The Moon

The First Men in The Moon

Rafa Pol / Unidad de Planificación estratégica de MONDRAGON
The First Men in The Moon (Los primeros hombres en la Luna). No, no me refiero al viaje llevado a cabo en 1969 por la NASA, sino a una novela escrita mucho antes, en 1901, por H. G. Wells. Una obra del famoso escritor de ciencia ficción que en su tiempo sufrió la crítica de otros autores del género, como Verne, por tener escasa base científica.
15/08/2024

Realmente, Wells tenía más interés en describir una supuesta sociedad distópica existente en la Luna, organizada al modo de colonia de insectos no pensantes, que en explicar científicamente cómo llegar allí. La finalidad era exponer los riesgos que acechan a nuestra deriva social.

Mi atención en este asunto se centra en una versión cinematográfica realizada en 1964 (así es, aún la NASA no lo había conseguido…), que no hay más remedio que calificar como de “Serie B”. Sin embargo, aporta un recurso narrativo divertido: Cuando en los años 60 los astronautas de las grandes potencias llegan a la Luna para clavar su bandera y colonizarla, se encuentran con que allí hay ya hincada una vieja y empolvada bandera británica con una nota que informa de que un trío de ciudadanos ingleses había pasado por allí hacía 65 años ¡Vaya sorpresa! (Según parece, nadie les creyó al volver).

La historia sirve de analogía a lo que, a veces, pasa en nuestra evolución cooperativa.

Por ejemplo, en lo que concierne a la retribución al trabajo, las normativas de anticipos laborales divisionales aplican mecanismos equilibrados, solidarios y adaptados en cada momento a nuestro entorno competitivo y socioeconómico, y son relativamente más avanzadas que las propuestas generalistas provenientes del ámbito sindical y político, que parecen trasnochadas en cuanto a su idoneidad con respecto al tejido económico actual.

“Hace tiempo que clavamos nuestra bandera en la Luna y vamos por delante en algunas cosas, aunque no seamos siempre conscientes de ello o nos tachen, precisamente, de lunáticos”

SMI y RETA, dos ejemplos ilustrativos

Aquí enmarco las recientes actualizaciones in crescendo del SMI (salario mínimo interprofesional) y la reforma del régimen RETA de cotización de los autónomos en la seguridad social, impulsadas con el ánimo establecer unos salarios dignos en el primer caso, y el de parchear el agujero económico del sistema en el segundo.

Nuestro sistema cooperativo de retribuciones laborales ha descansado tradicionalmente en LagunAro, pero lejos de asumir sus tablas de referencia como un imperativo, hemos aprendido a emplear normas de ajuste que, aparte del IPC, han considerado otras variables empresariales: Productividad, rentabilidad y condiciones del sector en el que se opera.

Estos mecanismos distribuyen equilibradamente el valor añadido generado entre los anticipos laborales y la rentabilidad de la cooperativa. Lo que conlleva una gestión más flexible y adecuada al momento del sector, y sin perder la referencia del resto de cooperativas, que de alguna manera queda estandarizada en la evolución de la tabla de LagunAro y su normativa.

Por el contrario, el SMI es un mismo rasero para todos en cualquier condición, segmento o geografía, que termina por penalizar a los menos cualificados o experimentados, e incluso condena la continuidad empresarial en sectores de menor valor añadido o ubicados en regiones en las que el nivel medio de salarios es incluso inferior al propio SMI, una cifra de referencia general que puede resultar insuficiente en unas geografías o un coste inasumible en otras.

En lo que se refiere a nuestra adscripción al RETA, la nueva reforma nos ha puesto en un brete al asimilarnos a empresarios que deciden personal e individualmente sobre la monetización de su rentabilidad. Esperemos una apertura en este planteamiento y que se reconsidere que las cooperativas son una realidad empresarial con dinámicas diferentes a las de otros empresarios y sociedades mercantiles, así como que un modelo como LagunAro, no sólo debe reconocerse, sino que podría servir de ejemplo para salvaguardar a los cotizantes del sistema público, si aún no es tarde para ello.

Lo acertado sería que el incremento de costes laborales que van a suponer estas políticas públicas se trate como siempre se ha hecho: Aplicando nuestras normativas para ajustar lo que estos nuevos impuestos suponen en la pérdida de competitividad. No nos dejemos llevar por criterios discordantes con los del valioso conocimiento que tenemos acumulado.

Por seguir con la película, a mi modo de ver, hace tiempo que clavamos nuestra bandera en la Luna y vamos por delante en algunas cosas, aunque no seamos siempre conscientes de ello o nos tachen, precisamente, de lunáticos.