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Testigo en Japón
Tokyo, 11 de marzo de 2011. Lo sucedido hoy en la 9ª planta del hotel en el que me encuentro, Tachikawa, Tokyo, no solo me ha hecho vivir una experiencia inusual para gente como nosotros que no estamos habituados a los seísmos, sino que aparte me ha sorprendido la capacidad de respuesta que puede llegar a tener un país ante una catástrofe de estas características.
La tecnología que se emplea en los cimientos de estos edificios es sorprendente: mi cuarto se movía un par de decenas de centímetro pandeándose como una gelatina y la estructura interna del edificio permanece intacta; es como si se sacudiera un árbol. Lógicamente, algunas cosas se han caído al suelo pero contra eso poco podemos hacer, no vamos a ponerle amortiguadores a los cuadros. Tras la tormenta proveniente del suelo, me asomo a la ventana: todo sigue igual y la gente camina con cierta “tranquilidad” por la calle, no podía creérmelo.
Soy un trabajador frecuente en Japón y en su día me llamaba la atención cómo todos los tendidos eléctricos y de telecomunicaciones iban por fuera de los edificios empleando postes a la antigua usanza. Pues bien, tras el terremoto hemos tenido agua, electricidad e internet así que el sistema
funciona. De hecho, 10 minutos después del terremoto he llamado a casa por Skype sin problema alguno. Sin embargo los móviles han dejado de funcionar durante horas porque las líneas estaban colapsadas.
Rápidamente, las televisiones nacionales han cancelado la programación y han dado seguimiento de todo lo que se acontecía, siendo la gran catástrofe el tsunami que ha devorado las zonas costeras. No hay tecnología para poder afrontar una tromba de agua de tanta magnitud; viéndolo por la televisión sentía como si sucediera en la otra punta del mundo y realmente lo tenía a poco mas de 100km. Sobre esto poco puedo decir, ya que lo único que sé es por la TV japonesa y no domino “demasiado” el idioma.
Volviendo a las consecuencias del terremoto, en Tokyo se ha parado todo el transporte público (en su mayoría trenes) provocando que muchísima gente tuviera que andar horas hasta casa, esperar más tiempo aún para coger un taxi (algo carísimo en Japón) o directamente pasar noche en hoteles cercanos a las estaciones, y en el peor de los casos dormir en la propia estación. La capacidad de respuesta de los equipos de emergencia y protección civil me ha parecido sorprendente ya que en la televisión veía como en las estaciones de tren proporcionaban mantas y algo de alimento a quienes no tenían otra que quedarse aquí.
La vuelta
Reunión con los clientes. Suspendo la visita y me busco la vida para llegar al aeropuerto en autobús -los trenes no funcionaban y las carreteras estaban colapsadas al no haber otra manera de moverse-. Conseguí la última plaza de avión para el día siguiente, pero no encontré hotel. Lo contrario de la mayoría de la gente, que tenía hotel pero no billete. 20 horas de espera en el aeropuerto, siguiendo por la noche en un videowall el estado del país y recibiendo los avisos de réplicas del terremoto. La televisión nipona avisa mediante un sonido acústico y un mapa con una X indicando el terremoto inminente en la zona del país correspondiente. El aviso es como un despertador y los pasajeros “dormidos” en los asientos del aeropuerto miran al video y respiran con alivio al ver que la réplica no afecta a nuestra zona.
Por la mañana, las colas para embarcar cruzaban la terminal de un lado a otro, incluso en la cola para viajeros frecuentes tuve que esperar casi una hora para facturar. Tras tanto ajetreo durante cuatro días, las 12 horas de vuelo de vuelta a Frankfurt se convirtieron en dos, ya que por fin pude dormir casi 10 horas de un tirón. En todo momento estuve tranquilo y no ha sido una experiencia desagradable pero sí tensa, más que nada por la familia.