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"Esta crisis ha evidenciado la división del mundo en dos bloques: EE. UU. y China"
Además de provocar un terrible drama humanitario, la decisión de Vladímir Putin de invadir Ucrania ha desestabilizado aún más los mercados financieros, que ya estaban viviendo un difícil arranque de año por las expectativas de endurecimiento monetario. En efecto, la Reserva Federal en Estados Unidos y, en menor medida, el BCE en Europa, habían admitido la necesidad de reducir los estímulos monetarios ante la peligrosa intensificación de los riesgos inflacionistas en unas economías con crecimientos superiores a los potenciales. La labor de las autoridades monetarias, especialmente la de nuestro banco central, se ha visto complicada por la invasión, al implicar ésta unas mayores presiones inflacionistas, pero también un menor crecimiento.
Con esta guerra, los participantes del mercado han tenido que asumir que el riesgo de estanflación (bajo crecimiento económico combinado con alta inflación) ha aumentado, así como el riesgo de recesión en Europa en caso de corte o embargo del suministro energético desde Rusia. Además, aunque bajo, existe el riesgo de una escalada del conflicto hasta llegar a involucrar militarmente a la OTAN, lo que enfrentaría a las 2 mayores potencias nucleares del mundo.
Esta crisis ha evidenciado la clara división del mundo en dos grandes bloques: uno liderado por EE. UU. y otro por China. Esta polarización, cada vez mayor, junto con la pandemia, podrían contribuir al retroceso de la globalización tal y como la conocemos.
¿Y qué previsiones manejáis en el corto/medio plazo respecto a la evolución de los mercados?
Si tradicionalmente es difícil hacer previsiones en cuanto al comportamiento futuro de los mercados, en esta ocasión, lo es aún más. A pesar de las advertencias de EE.UU., pocos esperaban que se produjera la invasión de Ucrania, en parte, porque confiábamos en una solución diplomática que evitara un conflicto militar. Parece que, desgraciadamente, éste podría alargarse en el tiempo, claramente más de lo previsto por Putin, por la valerosa resistencia mostrada por el pueblo ucraniano. Por lo tanto, en el corto plazo, los mercados financieros seguirán, previsiblemente, marcados por la incertidumbre y la volatilidad, con la esperanza puesta en las negociaciones entre ambos bandos. Teniendo en cuenta que la capacidad militar de Rusia es teóricamente superior y que está endureciendo agresivamente sus ataques, el mejor escenario posible podría ser una salida negociada en la que Ucrania podría verse obligada a aceptar perder parte de su territorio y comprometerse a no entrar en la OTAN.
¿Qué opciones tiene ahora la cartera de inversiones de LagunAro para minimizar el impacto?
El contexto actual de mercado es muy complicado, tal y como queda de manifiesto en las fuertes correcciones que están viviendo los principales índices de renta variable mundial. Además, las expectativas de un mayor endurecimiento monetario se han traducido en un repunte de las TIRes de la deuda y en pérdidas, también, en los mercados de renta fija. Por tanto, es muy difícil encontrar refugio suficiente en los activos financieros, por lo que, para mitigar las pérdidas, nos esforzamos en construir una cartera muy diversificada desde el punto de vista geográfico, sectorial y a nivel de activos y en tratar de mantener la cabeza fría en los momentos de mayor tensión e incertidumbre. A medio plazo, si no se produce el escenario más negativo de un enfrentamiento directo entre la OTAN y Rusia, con o sin el apoyo de China, cierta calma debería retornar a los mercados financieros y deberíamos poder encontrar atractivas oportunidades de inversión.
En el corto plazo, los mercados financieros seguirán, previsiblemente, marcados por la incertidumbre y la volatilidad, con la esperanza puesta en las negociaciones entre ambos bandos.
Incremento de precios de la energía, del petróleo, del gas, inflación… ¿Principales afectaciones a la economía doméstica, a los negocios industriales de la corporación y al consumo?
El importante peso de Rusia en el mercado internacional de algunas materias primas (representa el 17% de la producción mundial de gas, el 11% de la de petróleo, el 40% de la de paladio…) ha disparado su precio tras la invasión. Además, junto con Ucrania, representan cerca del 20% de la producción mundial de maíz y del 14% de la de trigo, lo que explica el fuerte incremento de los precios de estos productos agrícolas. Por ello, nos enfrentamos a un mayor coste de la electricidad, de la energía, del transporte, de los alimentos, es decir, a una mayor inflación. Ésta reduce la renta disponible de los hogares y obliga a las empresas a subir los precios de sus productos, generando más inflación, o a aceptar una reducción de sus márgenes, lo que implica una menor demanda y posibles disrupciones de la oferta, y, por tanto, un menor crecimiento. De hecho, estamos asistiendo a revisiones a la baja de las previsiones de PIB global próximas al 1%, aún mayores en el caso de Europa, por su fuerte dependencia energética de Rusia. En caso de no recibir el gas ruso, que supone cerca del 40% del consumo gasístico europeo, representando a su vez el gas más del 20% del mix energético, difícilmente encontraríamos fuentes alternativas que lo sustituyeran, por lo que podríamos tener que enfrentarnos a racionamientos del consumo, lo que afectaría, especialmente, a las industrias más consumidoras de energía.
Estamos asistiendo a revisiones a la baja de las previsiones de PIB global próximas al 1%, aún mayores en el caso de Europa, por su fuerte dependencia energética de Rusia.
Lectura en clave geopolítica
Realmente, en clave de geopolítica estratégica, ¿qué es lo que hay detrás de este conflicto?
No es fácil entender y explicar qué ha llevado a Putin a tomar esta decisión de dramáticas consecuencias. Por un lado, su objetivo prioritario podría ser tratar de mantener a Ucrania en la órbita rusa ante su evidente acercamiento a Occidente. El régimen autocrático y represivo con el que gobierna Rusia desde hace más de 20 años podría verse cuestionado si otras antiguas repúblicas soviéticas progresan económicamente y en libertades alejándose de Moscú. De ahí su apoyo a los gobiernos de Bielorrusia y Kazajistán cuando se enfrentaron a protestas populares. También se suman otros factores, como el hecho de que Putin ni siquiera reconoce el derecho de Ucrania a ser un país independiente y considera que la OTAN ha incumplido su supuesto compromiso de no expandirse hacia el Este, amenazando la seguridad de Rusia. Además, también existía el deseo de demostrar que Rusia sigue siendo una gran potencia a nivel internacional para afianzar el orgullo patriótico ruso y consolidar su imagen de hombre fuerte y defensor de la patria. La situación se agravaba en la última semana de febrero, en la que, tras un duro discurso, el presidente ruso decidía reconocer la independencia de los dos territorios de Donetsk y Lugansk, después de las acusaciones de los separatistas del uso de la fuerza por parte de las autoridades ucranianas contra la población prorrusa, en lo que Occidente considera una excusa de la propaganda rusa para justificar el envío de soldados rusos para “mantener la paz” a la zona. En la madrugada del 24 de febrero, se iniciaba la invasión, a la que Putin calificaba de “operación militar especial” para “desnazificar y desmilitarizar Ucrania” y “defender al pueblo que durante ocho años ha sufrido persecución y genocidio por parte del régimen de Kiev”. Estos eran los argumentos con los que Putin trataba de justificar ante el pueblo ruso su decisión y cada uno podría sacar sus propias conclusiones, pero resulta cuanto menos curioso que el presidente Zelenski sea de origen judío y que su abuelo luchara contra los nazis.
A medio plazo, si no se produce el escenario más negativo de un enfrentamiento directo entre la OTAN y Rusia, con o sin el apoyo de China, cierta calma debería retornar a los mercados financieros y deberíamos poder encontrar atractivas oportunidades de inversión.
Continúan las reuniones entre Rusia y Ucrania, pero ¿hay realmente algún país/líder que pueda desatascar esta situación?
Aunque otros países como Israel o Turquía se han mostrado dispuestos a ejercer de mediadores, parece que es China quien debería desatascar esta situación por su influencia sobre Rusia. En los últimos años, se ha forjado una intensa relación entre el presidente chino Xi Jinping y Putin, dado que ambos comparten un liderazgo autoritario y un deseo de ver el ocaso de EE. UU. y del mundo occidental. La diferencia es que China es una potencia en ascenso y el tiempo corre a su favor, mientras que Rusia es más una antigua potencia en decadencia. La posición china actual es incómoda. Por un lado, días antes de la invasión, el gigante asiático y Rusia proclamaron su “amistad sin límites”. Pekín no ha condenado la invasión puesto que “entiende las legítimas preocupaciones de seguridad de Rusia” aunque, al mismo tiempo, afirmaba “respetar siempre la soberanía y la integridad territorial de los estados”. Por otro lado, a China, en parte, le beneficia que EE. UU. deba dedicar recursos militares y económicos a Europa de nuevo, porque hasta ahora, la atención de Washington se había centrado, principalmente, en el Pacífico, intentando forjar alianzas para contrarrestar el ascenso de China. Pekín también sacará partido de una Rusia más debilitada y aislada al hacerla más dependiente de su poder económico.
Hay quienes consideran que el dirigente chino podría aprovechar la oportunidad de mediar en el conflicto para tratar de demostrar su liderazgo global y crear una imagen de hombre de paz.
Al mismo tiempo, esta invasión ha podido servir a China para conocer la posible reacción de Occidente a una potencial invasión de Taiwán. Sin embargo, por otro lado, EE. UU. ya ha amenazado a Pekín con consecuencias en caso de prestar ayuda militar a Rusia o de ayudarla a sortear las sanciones occidentales. Aunque de momento se ha mantenido al lado de su “amigo”, China es ante todo pragmática y es muy consciente de lo importante que es Europa para ella, tanto comercialmente como tecnológicamente, ahora que la tensión con EE. UU. es tan elevada. Por ello, en caso de que el conflicto siguiera escalando y aumentara el número de víctimas civiles y con ello, la presión de Occidente para que Pekín endureciera su postura hacia el Kremlin, no creemos que China llegara a poner en peligro su relación con Occidente ni a aceptar pérdidas económicas significativas por apoyar a Moscú, especialmente en el año en el que Xi Jinping pretende prolongar, al menos un mandato más, su presidencia y en el que se espera una notable desaceleración de su economía. Algunos consideran que el dirigente chino podría aprovechar la oportunidad de mediar en el conflicto para tratar de demostrar su liderazgo global y crear una imagen de hombre de paz.
La unión europea
¿Qué opinión te merece el papel que está jugando Europa?
Como afirmaba el canciller alemán, la agresión a Ucrania ha supuesto un punto de inflexión para Europa y ha marcado un antes y un después en su relación con Rusia. Se ha producido una absoluta pérdida de confianza en Putin, que ha demostrado ser una amenaza real para Europa. La UE se ha dado cuenta de que no puede ser tan dependiente energéticamente de Rusia ni militarmente de EE. UU. El ejemplo más claro del cambio es el giro de la política alemana, con el gobierno de coalición anunciando importantes inversiones en renovables y en terminales de gas natural licuado y, también, un aumento significativo del gasto en defensa. En esta crisis, la Unión Europea se ha mostrado sorprendentemente unida en la necesidad de plantar cara a Putin, a pesar del daño económico que nos está suponiendo y ha dado el importante paso de suministrar material militar a Ucrania para su defensa. La sociedad europea rechaza la invasión y siente una gran solidaridad con el pueblo ucraniano, por lo que parece estar dispuesta a hacer este sacrificio. Al final, la UE podría acabar saliendo fortalecida políticamente de esta crisis: se especula con la posibilidad de emitir conjuntamente bonos para financiar la reforma de nuestra infraestructura militar y energética, parecen haberse rebajado las tensiones con Hungría y Polonia, y los partidos más populistas y euroescépticos que habían manifestado, anteriormente, cierta admiración hacia Putin, podrían verse penalizados. Al mismo tiempo, hemos demostrado a EE. UU. que somos un aliado fundamental y fiable y, de hecho, la OTAN también se ha fortalecido, en contra de lo pretendido por Putin, que esperaba poder aprovecharse de la desunión entre los aliados.
Europa se ha dado cuenta de que no puede ser tan dependiente energéticamente de Rusia ni militarmente de EE. UU.
¿En este mundo interconectado se puede ser autosuficiente en todo?
Parece muy difícil ser autosuficiente en todo, dado que depende, en gran medida, de los recursos naturales con los que cuenta un país y de sus características. De los involucrados en esta crisis, EE. UU. es, sin duda, el más autosuficiente por su relativamente reciente independencia energética. China, la “fábrica” del mundo aún, aunque cada día menos, sigue dependiendo de Occidente en algunos aspectos tecnológicos y debe importar parte de los recursos energéticos que consume, al igual que Europa. Rusia, por su parte, no ha sabido diversificar su economía, de forma que la venta de materias primas sigue constituyendo la principal fuente de ingresos del país. Por otro lado, esta crisis ha evidenciado la clara división del mundo en dos grandes bloques: uno liderado por EE. UU. y otro por China. Esta polarización, cada vez mayor, junto con la pandemia, podrían contribuir al retroceso de la globalización tal y como la conocemos.
Respecto a la energía, algunas voces dicen que es la hora de las renovables… ¿Cómo afecta este conflicto a la descarbonización del planeta?
Nosotros consideramos que la transición a energías renovables es un proceso irreversible y la invasión de Ucrania por parte de Rusia, al menos en el caso de Europa, lo acelerará. De hecho, el plan europeo para reducir las importaciones de gas ruso y garantizar la seguridad energética se basa en encontrar fuentes alternativas de importación que lo compensen parcialmente, en fomentar el ahorro energético y en acelerar el desarrollo de renovables, especialmente solar y eólica.