¿Se ha perdido el espíritu cooperativo? (III)
En cualquier caso, hay que tener en cuenta que inventaron un nuevo modelo de empresa y que tenían que demostrar que era válido. Existían empresas cooperativas industriales, pero ULGOR tenía rasgos diferenciales. No había nada parecido en el mundo y tenía que ser tan eficaz, o más, que las empresas capitalistas.
De todas formas, a quienes echan de menos los tiempos pasados no le oigo decir que la sociedad de entonces era muy religiosa y la de hoy no. Muchos trabajadores, especialmente los fundadores de las primeras cooperativas, vivían la doctrina social de la Iglesia católica. Así, en la Asamblea General de ULGOR de 1959 se dijo: «Señores socios, nos hemos constituido en sociedad cooperativa por haber entendido que es la forma social que mejor garantiza el sentido humano y cristiano que debe privar la vida y el desarrollo de una empresa».
A los años, en Interioridades de una Utopía, de Jesús Larrañaga, libro de 1998, el propio Jesús entrevistó a Alfonso Gorroñogoitia. Le preguntó lo siguiente «¿ Piensas que tanto esfuerzo ha compensado?». Ha dicha pregunta Alfonso respondió lo siguiente: «Sí, por supuesto; sin duda alguna; sin mácula de reserva mental. Sentimentalmente hablando tengo dudas, porque pretendiendo hacer un pueblo más justo, más humano, más fraternal, ha resultado un pueblo más insolidario, más hedonista y “menos cristiano” ».
“Podríamos decir que entonces y ahora existe espíritu cooperativo; o al contrario, si hoy no hay espíritu cooperativo, antes tampoco”
Y las cooperativas, a pesar de todo, son tan fuertes como antes. Podríamos decir, por tanto, que entonces y ahora hay espíritu cooperativo; o, al contrario, si hoy no hay espíritu cooperativo, antes tampoco.
Termino con una anécdota. Recién inaugurado el Espacio de Exposición de la Experiencia de Mondragon de Otalora (MONE), visitó al fundador jubilado hace tiempo de una cooperativa. Estuvimos a gusto escuchándonos el uno al otro. Salió el tema del espíritu cooperativo. Entonces le pregunté: «Me imagino que ustedes, los fundadores, tendrían un fuerte espíritu cooperativo, pero las personas que más adelante se sumaron al proyecto no serían tan entusiastas ». «Te equivocas», me contestó. Y añadió: «Yo era el único cooperativista empedernido».