Remedios
Hace poco encontré en un artículo de periódico una reseña a una frase atribuida a Churchill: “La política es la capacidad para predecir lo que va a ocurrir mañana, la semana que viene, el próximo mes y el próximo año, y es la capacidad de explicar, después, por qué no ha ocurrido lo que se predijo”.
Pues bien, hablando de economía podríamos aplicar el mismo axioma. Quizás porque en la vida pública la macroeconomía y la política van de la mano y los pronósticos económicos, que parten en general de soportes empíricos, terminan por desvirtuarse al quedar contaminados por otros intereses políticos. Aunque no se puede pretender que la ciencia económica pueda tener un grado de acierto total, ni tan siquiera medio, se conocen unas reglas básicas que establecen una relación evidente entre la política económica y el tipo de resultado que se obtendrá.
Pero los presupuestos económicos se nos comunican con brochazos propagandísticos, inflando lo que haya de bueno y dejando en la sombra el esfuerzo que tendremos que hacer para conseguirlo, así como las amenazas que cuestionan la factibilidad de los objetivos propuestos.
“A pesar de tantas previsiones incumplidas por lo alejado del devenir real respecto a lo que se había pronosticado, nos hemos acostumbrado a vivir con una realidad que es casi la negación total de lo que se nos cuenta sobre la evolución económica por parte de los dirigentes”.
A pesar de que son tantas las previsiones incumplidas, me atrevería a decir que mancilladas, por lo alejado del devenir real respecto a lo que se había pronosticado, nos hemos acostumbrado a vivir con una realidad que es casi la negación total de lo que se nos cuenta sobre la evolución económica por parte de los dirigentes.
Por ejemplo, en este momento los indicadores económicos españoles son decepcionantes y, sin haber recuperado los niveles de actividad pre-Covid (prácticamente el único país europeo que no lo ha hecho), todo apunta a que nos internaremos en una etapa de estanflación, con tasas de crecimiento paupérrimas que convivirán con una inflación elevada. Aun así, se nos traslada la idea de que todo evoluciona satisfactoriamente y de que no hay razón para tomar otras medidas diferentes a las que ya se aplican.
A la hora de escribir estas líneas, acaba de comenzar la guerra de Ucrania. Si hasta ahora, el pronóstico de estanflación era un chascarrillo entre analistas financieros, con este nuevo escenario, puede terminar por confirmarse.
Índices preocupantes
Aunque queda la excusa de que el escaso crecimiento y la inflación son males que afectan también a otros países de nuestro entorno, tenemos el hándicap de ser los campeones por la cola en Europa en casi todo: el mayor déficit (7,5%), la cuarta deuda más alta de la UE (121,8%), la tasa de paro más elevada de la OCDE (14%) y la tercera prima de riesgo más elevada de la Eurozona (ya por encima de 100, con referencia al bono alemán).
Respecto a este último indicador, la preocupación es cada vez mayor, por su rápida evolución al alza. (Véase la serie de color rojo en la imagen de Infobolsa. https://www.infobolsa.es/prima-riesgo/espa%C3%B1a).
Sabemos que los valores de la prima de riesgo hasta ahora han estado amortiguados por los apoyos del BCE, que ha captado la deuda española de forma masiva. Pero esta institución ya no estará en condiciones de seguir haciéndolo una vez comience a retirar estímulos, en su intento de someter el estallido inflacionista.
Será difícil que el gobierno encuentre otros inversores que estén interesados en adquirir su deuda a un bajo tipo de interés, a causa de la desconfianza que ofrecen nuestros indicadores macroeconómicos y a las políticas económicas que se han desplegado.
“Si queremos que algo cambie, el remedio debe comenzar por exigir una comunicación más realista sobre nuestra verdadera situación económica, pidiendo a los gobernantes menos triunfalismos y más medidas que faciliten la actividad económica y en general más afines a las que aplican nuestros socios europeos”.
Todo ello puede poner en dificultades su capacidad de autofinanciación y tenderá a subir aún más los impuestos. Volviendo al principio, si queremos que algo cambie, el remedio debe comenzar por exigir una comunicación más realista sobre nuestra verdadera situación económica, pidiendo a los gobernantes menos triunfalismos y más medidas que faciliten la actividad económica y en general más afines a las que aplican nuestros socios europeos.
Y sin que esto último pueda considerarse el gran remedio que necesitamos, más bien es solo una recomendación para empezar a transitar por una vía constructiva, me acuerdo de Remedios, sí, de Remedios Amaya, nuestra representante en Eurovisión allá por 1983, que acudió con una canción cuyo título me resulta evocador: “¿Quién maneja mi barca?”, y aún más su estribillo: “Ay, ¿quién maneja mi barca, quién? Que a la deriva me lleva, ¿quién? Por supuesto, y salvando las distancias respecto al asunto que nos ocupa, también en aquella ocasión fuimos campeones por la cola en Europa y cosechamos zero points.