MONDRAGON, una historia de intercooperación
Estamos aquí porque hemos confiado en la persona, porque hemos sabido cooperar y porque había una visión de la “la catedral”. La frase “personas normales que juntas logran cosas extraordinarias” define bien nuestro recorrido.
Las dosis de intercooperación han sido altas en el pasado y ahora nos encontramos en un momento histórico ilusionante, con energía de futuro en el que se dan las condiciones para ser ambiciosos en términos de intercooperación. Ahí van unos apuntes.
“Vamos a un mundo tan complejo e incierto en el que la cooperación es una buena estrategia para mitigar el riesgo”
Cuatro reflexiones para construir
1. Relaciones, confianza, proyectos. Esto va de personas. Se puede contar nuestra historia en términos de intercooperación en función de determinadas personas, no muchas. Cuando las personas cambian, se hace posible lo que antes no lo era, o se dificulta. Las relaciones son condición indispensable, y luego tiene que haber proyecto. Pero nunca surgirán proyectos sin una base de confianza entre personas.
2. Sistemática vs. Azar. La intercooperación puede surgir de forma espontánea si se dan las condiciones para ello. Pero estamos metidos en nuestro día a día y en las exigencias del corto plazo. El objetivo es crear las condiciones relacionales y de utilidad adecuadas de forma sistemática. Y es una labor intencional, consciente. Si no tomamos perspectiva, siempre nos va a “venir mal”, debemos sortear el enemigo del corto plazo.
3. Conexión vs. Autosuficiencia. Vamos hacia una configuración corporativa con proyectos cada vez más sólidos y autónomos, y eso es muy bueno. Pero la sensación de fortaleza y suficiencia pueden llevarnos a la endogamia, algo peligroso en el contexto actual. Las colaboraciones entre empresas son comunes hoy en día, pues resultan rentables. Vamos a un mundo tan complejo e incierto en el que la cooperación es una buena estrategia para mitigar el riesgo.
4. A la pequeña vs. A la grande. Podemos acercarnos a las mesas desde el concepto calculadora, qué doy y qué recibo. Y ya desde ese prisma puede resultarnos rentable aprender de otros, hacer negocios juntos e incluso ayudarnos en momentos de debilidad. Es legítimo y seguramente inteligente. Pero también nos podemos acercar a las mesas desde una visión más amplia, más evolucionada, con la ambición de construir un nosotros cada vez más potente. Pasar del yo/mi proyecto al nosotros/ nuestro proyecto aporta un sentido diferente a lo que hacemos. Nos da potencia, amplitud, y la energía de sentir que estamos jugando a la grande.