
Igualdad y cooperativismo: un compromiso en evolución
Cada 8 de marzo es una oportunidad para reflexionar sobre los avances logrados y los desafíos que persisten en la construcción de un mundo más igualitario. En este camino, el papel de las cooperativas es clave: su estructura democrática y su orientación hacia el bienestar colectivo crean el contexto necesario para generar espacios de trabajo más justos. Sin embargo, la igualdad no es un estado alcanzado, sino un proceso en evolución y exige revisión constante.
Desde su origen, MONDRAGON ha sido un modelo empresarial basado en la participación democrática y la solidaridad. Aunque sus inicios estuvieron marcados por un contexto en el que las mujeres eran relegadas al ámbito doméstico, el cooperativismo supo ir más allá de esa realidad, creando espacios de trabajo remunerado para ellas
Además, en un contexto global donde resurgen con fuerza corrientes que desafían los derechos humanos y los avances en igualdad, su defensa no solo es una cuestión de justicia, sino un imperativo democrático. En este escenario, el cooperativismo tiene un papel fundamental: ser la prueba fehaciente de que otra forma de entender la economía es posible.
Desde su origen, MONDRAGON ha sido un modelo empresarial basado en la participación democrática y la solidaridad. Aunque sus inicios estuvieron marcados por un contexto en el que las mujeres eran relegadas al ámbito doméstico, el cooperativismo supo ir más allá de esa realidad, creando espacios de trabajo remunerado para ellas.
Hoy, ese camino recorrido se refleja en la presencia de mujeres en órganos de gobierno cooperativo, en políticas de igualdad y en un entorno organizacional donde la participación activa de todas las personas es un pilar esencial. Pero, como en cualquier proceso social, la igualdad exige compromiso permanente.
La historia y los valores de MONDRAGON han sentado una base sólida, pero es la acción constante la que seguirá marcando la diferencia.
Aún quedan retos por delante: evitar la reproducción de roles de género tradicionales dentro del cooperativismo. A pesar de los avances en participación y liderazgo, persisten diferencias en la ocupación de ciertos sectores o en la distribución de los roles de toma de decisiones, por lo que es imprescindible seguir cuestionando estas dinámicas para que la igualdad formal se traduzca en igualdad real. El reto para las cooperativas no es solo mantener sus principios, sino seguir innovando en igualdad. Esto implica preguntarse qué más se puede hacer, cómo incorporar una perspectiva de género en todos los niveles y garantizar que la participación de las mujeres no solo sea posible, sino que se fomente activamente.
Porque "Las entidades cooperativas tienen que ser elementos de progreso, de desarrollo, de promoción de un nuevo orden social", también sigue siendo un Pensamiento tan vigente hoy como cuando se escribió.