Más leído
- 1. Javier Amezaga, nuevo director general de la División de Equipamiento de MONDRAGON
- 2. MONDRAGON y Mondragon Unibertsitatea México fortalecen su colaboración para la innovación y el desarrollo de talento en América Latina
- 3. La campaña de ayuda a las personas damnificadas por la DANA sigue activa en Eroski
- 4. Pello Rodríguez se reúne con el lehendakari Pradales
- 5. MONDRAGON celebra su Foro de Finanzas
- 6. Matrici solicita la apertura de la fase de liquidación
- 7. “Estoy muy ilusionado, MONDRAGON es un proyecto apasionante”
- 8. La Política Socioempresarial 2025-2028 de MONDRAGON, en el último número de TU Lankide
- 9. ¡Enhorabuena por medio siglo de cooperativismo!
- 10. "Una victoria de Trump y su repliegue proteccionista, afectarían a Europa"
'La pobreza también es humillación y dependencia'
El ingeniero BEÑAT Arzadun Olaizola (Orereta, 1973) lleva 17 años trabajando en la provincia de Niassa, al norte de Mozambique, como cooperante de la Fundación Mundukide de Mondragón, financiada principalmente a través de las cooperativas vascas. Enseña a los agricultores técnicas para mejorar la producción y así poder aumentar sus beneficios y mejorar sus condiciones de vida. La Fundación está financiada principalmente por las cooperativas vascas, y actualmente este apoyo llega a 15.000 agricultores. Este año, además, los agricultores han alcanzado sus mayores ganancias.
¿Cómo decidiste ser cooperante?
Venir como cooperante fue una oportunidad para crear algo más allá de uno mismo; fue un deseo que despertó en mi interior. Hacía años que me interesaba el mundo cooperativo y al ver la oportunidad me animé.
¿Qué fue lo que más te llamó la atención la primera vez que llegaste a Mozambique hace ya 17 años?
Cuando llegué por primera vez a Marrupa (Niassa, Mozambique) me encontré con una situación de conflicto y el único objetivo que me marqué fue el de no tener ningún tipo de problema. A mí solo me correspondía abrir bien los ojos y los oídos, preguntar e intentar comprender. Mi primer año entero lo pasé de esa manera, aprendiendo de ellos e intentando comprenderlos, y creo que por eso han salido adelante los proyectos posteriores.
La cooperación no es fácil, por mucho que a menudo nos la vendan de color rosa.
¿Cuáles son las etapas que ha atravesado Mundukide en todos estos años?
Cuando vinimos a Mozambique quisimos llevar a cabo un amplio programa de desarrollo regional; queríamos abordar el aspecto productivo y el económico, la salud, las infraestructuras, etc. Éramos conscientes de que Mundukide provenía del mundo de las cooperativas; por lo tanto, a nosotros nos correspondía desarrollar el ámbito socioeconómico, pero también teníamos la intención de aportar a través de la colaboración con otros agentes tanto en el ámbito educativo como en el sanitario. Al cabo de dos o tres años, sin embargo, nos dimos cuenta de que nuestro valor añadido en otras áreas era pequeño y, por eso, en 2005 nos centramos en el aspecto productivo y en el económico y desde entonces nos hemos centrado en ello. La agricultura fue cogiendo fuerza progresivamente y en los primeros años hicimos un gran trabajo en la creación de pequeñas empresas, pero en general no obtuvimos un gran resultado. Una vez que nos dedicamos con afán a la agricultura, empezamos a obtener buenos resultados
¿Cuáles han sido los resultados?
Hemos tenido muy buenos resultados en dos cosas principalmente. Una la hicimos al principio: la construcción de carreteras; la otra consistió en mejorar las técnicas agrarias. Por ejemplo, cuando llegamos a Marrupa hace quince años, los diez mejores agricultores obtenían una cosecha de unos 200 euros para todo el año. En cambio ahora, solo en Marrupa hay miles de agricultores que tienen una cosecha mayor que la mencionada. Este año hemos batido un record, ya que gracias a la producción de productos y a la utilización de técnicas recomendadas por nosotros, los agricultores superarán los diez millones de euros en ingresos totales. Es el equivalente a crear 15 o 20 mil puestos de trabajo para todo el año. Estamos trabajando con esas magnitudes y todavía tenemos posibilidad de seguir avanzando.
Esos logros serán motivo de gran satisfacción personal para ti, ¿verdad?
Sí, claro, para mí y para todos. Si las cosas salen bien, los ánimos y las ganas de trabajar se multiplican.
¿Cómo definirías las condiciones de vida de los agricultores que viven allá?
Absolutamente desagradables, nadie las querría para sí: Comen poco y mal, duermen en el suelo, duermen con frío en la época fría, siempre entre polvo, pasándolo mal con cualquier enfermedad, viendo morir a sus hijos… Una situación no deseable para nadie.
Europa sufre de hipermetropía, y Mozambique de miopía.
¿En estos momentos cuál es el plan estratégico para Mozambique?
Estamos centrados en la agricultura, porque tenemos claro nuestro Norte: tenemos que conseguir que suban los ingresos de los agricultores de aquí. Por otro lado, estamos reorganizando nuestro funcionamiento interno para que el dinero de la Fundación llegue al mayor número de personas posible. Una de sus piezas clave es que cada vez hay más trabajadores locales de Mozambique trabajando en la Fundación. En la etapa que atravesamos en estos momentos enseñamos a los jóvenes cuál es el funcionamiento interno de la Fundación, además de prepararlos para trabajar. Así, mejorando los procedimientos de la Fundación, podemos ampliar nuestro equipo y llegar al máximo número de agricultores posible”.
Según he podido comprobar en las reuniones que has mantenido con los agricultores locales, destacaría dos cosas: por un lado, su gratitud hacia la Fundación por haber mejorado sus condiciones de vida, y, por otro, su deseo de aprender y desarrollarse. ¿Compartes esta percepción?
La gente quiere vivir mejor, y una de las cosas importantes que necesitan para vivir mejor en estos momentos es tener algo de dinero para mejorar su casa, comprar mantas, comprar un colchón o una radio, pagar la escuela, poder ir al médico… y para conseguirlo la gente está dispuesta a aprender cosas nuevas y a trabajar más, si a cambio de ello su vida mejora.
¿Cuál es el vínculo de las cooperativas con el programa que desarrolla Mundukide en Mozambique?
En mi opinión, sería el valor del trabajo. Como decía José María Arizmendiarreta, fundador de la Cooperativa de Mondragón, políticos y soldados quieren gobernar el mundo, filósofos y científicos quieren entenderlo y los trabajadores son los que lo construyen. Pues el desarrollo también se construye, ni se entiende ni se conquista, sino que se construye. Si comparamos el trabajo que hacemos nosotros con el de otras ONGs, lo que nos diferencia es el valor que damos al trabajo. Aquí no hay limosnas, y el mensaje que les transmitimos es que nadie les va a regalar un futuro, que ellos son dueños de sus propias vidas y tendrán que trabajar para salir adelante. Y esa idea proviene de las cooperativas de Mondragón y los pueblos colindantes que financian en mayor medida a Mundukide.
Eres el coordinador de proyectos de Mundukide en Mozambique, ¿qué equipo de trabajo tienes?
Trabajamos con unos 10-15 mil agricultores, y contamos con unos 200 o 300 agricultores-instructores que ya han aprendido las nuevas técnicas y se desplazan de una zona a otra para realizar una estancia de unos cinco meses. Por otro lado, también contamos con 35 trabajadores mozambiqueños entre secretarios y supervisores. Por último, somos tres cooperantes externos y, por supuesto, también contamos con el apoyo de los trabajadores de la Fundación en Arrasate.
Tienes una opinión crítica respecto a la cooperación...
La cooperación no es fácil, por mucho que a menudo nos la vendan de color rosa. Cooperar es como practicar neurocirugía puntera. Mozambique está como está porque es difícil cambiar las cosas, porque si dependiera de ellos, también cambiarían. La propia cooperación es muy difícil, y no se acepta que se tengan que tomar decisiones difíciles y de mucho sacrificio para que algo funcione. El no aceptarlo implica que a menudo sean más buenas las intenciones que las buenas acciones.
La historia ha demostrado que para crear nuevas ideas se necesita un gran movimiento de gente.
Alguna vez has manifestado que Europa sufre de hipermetropía, y Mozambique de miopía.
El típico europeo que viene a Mozambique sabe cómo funciona o cómo se vive en un país desarrollado pero no sabe cuál es el camino que tiene que recorrer un país subdesarrollado para llegar al desarrollo, ya que él no lo ha vivido. Sin embargo, un mozambiqueño sabe lo que es vivir pobre, pero no conoce el camino que hay que recorrer para salir de la pobreza. Cuando a los mozambiqueños se les piden ideas, hablan de lo que conocen: un molino más, un camión más... cosas cercanas. En cambio, el europeo que viene a Mozambique viene con muchas bobadas, con cosas que son demasiado avanzadas o que están fuera de contexto. Una de las dificultades es combinar estos dos puntos de vista; por un lado, que los de aquí aprendan a ver más allá de lo inmediato, y que los que vienen de fuera adapten su experiencia a la realidad de aquí. Si esa combinación no se da, las cosas no salen.
¿Por qué los países africanos se han quedado rezagados en lo que respecta al desarrollo?
Es por la historia, por nada más. Media Europa fue colonizada por los romanos, por eso no cayó en el subdesarrollo. Los romanos llevaron los avances a otros países de Europa, aunque este desarrollo también supuso esclavitud, castigo y crueldad. El retraso de África se debe a que en toda Eurasia, desde el Oriente Próximo hasta Portugal por un lado, y hasta Pekín por el otro, durante el rápido proceso de desarrollo que comenzó hace 10.000 años hasta hace 2.000, África se quedó aislada. La historia ha demostrado que para crear nuevas ideas se necesita un gran movimiento de gente, donde la gente hable entre sí, intercambiando sus ideas para crear ideas nuevas. En el África subsahariana vivía poca gente, por lo que las nuevas ideas fueron llegando a menor ritmo, no hay otro misterio. De hecho, África ha tenido un enorme desarrollo desde que se rompió ese aislamiento. La transformación que se ha producido en África en los últimos cincuenta años es similar a la experimentada en otros lugares durante siglos; asimismo, estos países se desarrollarán enormemente en los próximos cincuenta años. La mejor herramienta contra la injusticia en el mundo es el movimiento. La facilidad de desplazamiento es lo mejor para reducir las desigualdades.
Sueles decir que tenemos una idea limitada de lo que significa la pobreza.
La pobreza es mucho más que la falta de dinero, y a menudo eso es muy difícil de entender en Euskadi. La pobreza es humillación y dependencia. El pobre obedece, el que tiene el dinero manda; es lo que se aprecia en muchísimos ámbitos de la vida. Por otro lado, la pobreza es ignorancia, es falta de escuelas, desconocimiento de lo que sucede fuera de tu mundo más cercano, falta de información para interpretar el mundo, falta de escuelas para razonar las cosas de una manera adecuada. Pobreza es que te falte un colchón, por supuesto, pero hay muchas otras razones para querer acabar con la pobreza.
El valor del trabajo es lo que nos hace diferentes.
¿Por qué es necesario el desarrollo?
No es necesario, sino inevitable. Si la gente de aquí decidiera vivir así, serían libres para hacerlo y a mí me parecería bien, claro, pero si tú avanzas y yo no, el día de mañana yo estaré a tu merced, pues yo seré libre mientras tú me dejes serlo. Porque cuando tú decidas que aquí está el oro que tú deseas, o el petróleo, o ese paisaje que necesitas ocupar para ver elefantes, yo no tendré fuerzas para hacer frente a lo que tú decidas, serás dueño de mi vida. Por tanto, las personas y los pueblos tienen que desarrollarse para poder ser autónomos. Podrás decidir quedarte atrás pero entonces tendrás que aceptar que el día de mañana otros manden sobre ti; es algo que los lugareños intuyen, y son conscientes de ello, por lo que quieren cambiar su vida. Ellos se dan cuenta perfectamente de que el que llega aquí en un 4x4 manda, y que los que andan por ahí descalzos no tienen ni opinión, ni voz, ni voto.
¿Qué ha sido lo más difícil para ti en todos estos años?
En el día a día, lo más difícil es convivir con toda esta miseria, sin duda. No hay más que ver las manos, las piernas, la piel, las heridas… de la gente. Ver cómo viven en sus casas, cómo comen, ver gente muriendo en todo momento… eso es lo más difícil.
¿Y qué es lo que sientes?
En todos estos años son dos los tipos de sentimiento que provoca el trabajar aquí; unos sentimientos que además van transformándose día a día. Por un lado, el peso y la desesperanza que provoca convivir con la miseria diaria y ver cómo se suceden las desgracias una tras otra. Por otro lado, está esa sensación de que estamos consiguiendo algo, es decir, la sensación de que seguimos adelante, los habitantes locales salen de la miseria y están a gusto.
¿Has sentido la soledad?
Eso depende de la persona; a muchos de los cooperantes se les hace imposible vivir sin tomarse unas cervezas con alguien un viernes por la tarde, y a otros no. Para mí, sin duda, lo más difícil es convivir con la miseria, no la soledad.
Está claro que el trabajo del cooperante es duro, y que el coste personal que conlleva también es alto, pero ¿compensa?
Yo me imagino que quien haya tenido tres hijos y se haya pasado 30 años cuidándolos también pensará cuántas cosas habría hecho si no hubiera tenido esos niños. Al final coges un camino y ese camino tiene sus costes. Si los niños te salen tirando a bien, pues contento, y si te salen ranas te arrepentirás; pues en nuestro caso igual. El trabajo nos está saliendo bien, los resultados son buenos y eso anima.
¿Dónde se ve Beñat en un futuro próximo?
La vida da muchas vueltas y nunca sabes lo que puede pasar. Así que hace tiempo que aprendí a no hacer planes a largo plazo; hoy estás aquí pero no sabes donde estarás mañana, puede que un familiar enferme, o que surja una nueva oportunidad para irme a otra parte, quién sabe.
La sociedad vasca está entre el 5% que mejor vive en el mundo.
¿Qué mensaje enviarías a nuestra sociedad?
Yo no soy nadie para decirle a nadie cómo debe vivir. Pero lo primero que le diría a la sociedad vasca desde aquí, desde Mozambique, es que el mundo es amplio y no deberíamos vivir mirándonos el ombligo. Además, hay muchas cosas buenas que mejoran la vida de la gente a lo largo y ancho de ese mundo. Asimismo, le diría que no deberíamos vivir asfixiados bajo el peso de nuestras dificultades, ya sea por la crisis, por una pequeña subida del paro, por la carestía de los pisos... Sé que son dificultades reales y no quiero infravalorar los problemas de los demás, pero la sociedad vasca debería darse cuenta de que se encuentra dentro del 5% que mejor vive en el mundo. Así pues, que disfruten de esa riqueza, y que vivan más felices y alegres. Y que sean capaces de dar a otros también un poco de esa riqueza para que se acerquen un poco a su nivel de vida.