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Santiago Álvarez de Mon: "La cooperación es un valor inherente al ser humano"
¿Cómo deben conjugarse estos dos aspectos: la identidad cooperativa y la necesaria transformación del tejido empresarial?
Mediante el concepto paradoja propongo intentar aunar ideas aparentemente contradictorias. Vivimos un momento de enorme incertidumbre y tenemos muchas más preguntas que respuestas. El cambio es inherente al ser humano, puesto que vivimos en movimiento-desplazamiento. Pero curiosamente el cambio requiere estabilidad, porque sino degenera en angustia. Y esa estabilidad tan necesaria no la encuentras en un contrato, sino en las propias raíces: quién soy, qué quiero ser, a qué aspiro… y creo que eso está en las entrañas de cada modelo. Por ejemplo, esas raíces se mantienen intactas en el modelo cooperativo de MONDRAGON si bien hay que modificar sistemas, hay que diseñar otra estructura organizativa, hay que cambiar la estrategia… En definitiva hay que diseñar los instrumentos necesarios para lograr esa visión y ese sentido de la misión. Porque, renovarse o morir, una cultura cerrada está destinada a morir.
¿Más cambios repercutirán en más MONDRAGON?
Efectivamente, porque si no MONDRAGON será nostalgia, será vivir en el siglo anterior. Potenciar MONDRAGON significa tener un proyecto dinámico, que hay que renovar, cambiando neuronas y adecuando mentalidades. En ese equilibrio inestable debemos movernos para que MONDRAGON, siendo grande hoy en día, se adapte y se renueve. Esa es la clave, mantener la esencia a través del proyecto social, de dar servicio a la sociedad… en defi nitiva, de un humanismo que debemos reinventar. Frente a otros modelos cooperativistas, constatamos que MONDRAGON sigue vivo, por lo que podemos concluir que ha sabido renovarse, adaptarse. Por eso más MONDRAGON significa más renovación. Siguiendo con las paradojas, verdaderamente hay que estar orgulloso del modelo que MONDRAGON ha sabido implantar pero, a la vez, hay que ser humilde. Que ese orgullo no te lleve a la prepotencia. Hay que participar en la toma de decisiones, tan consustancial al modelo cooperativo, pero que la participación no degenere en ineficiencia. Es decir, participar en un modelo colectivo requiere una responsabilidad personal, sin esconderse. Hay que pelear por la equidad y por la justicia, pero a la vez hay que implicarse personalmente.
La cooperación, un valor que Arizmendiarrieta ya ensalzaba, quizá tenga más sentido hoy en día, en esta situación crítica.
Por supuesto. La cooperación es un valor inherente al ser humano, somos seres sociales. Por ejemplo, cuando estamos contentos, ¿qué hacemos? Trasmitimos, tenemos un detalle con un amigo… porque la felicidad es expansiva. Este valor llevado a nuestro ámbito signifi ca que debemos competir con los demás pero cooperando. Esa precisamente una de las grandezas de la Experiencia Cooperativa que responde a una necesidad universal del ser humano, hoy más que nunca.
Y de cara al futuro, ¿qué papel debe jugar el cooperativismo en el sistema global? ¿cómo debe afrontar los retos de adaptación a un entorno cada vez más exigente?
El modelo cooperativo puede jugar un papel de antídoto frente al individualismo, como corrección de excesos. Porque evidentemente el éxito pasa por la comunidad, por nosotros mismos, por las relaciones que nos fijemos entre fagop-clientes, entre socios… porque en el modelo cooperativo, somos partícipes jurídicamente, económicamente y también emocionalmente. Indudablemente, vivimos momentos de tensión, de desafío. Ante lo global, las señas de identidad del cooperativismo deben mantenerse fuertes pero adecuándose a la realidad cambiante.