Euskadi, ‘hub’ financiero
A todas luces Euskadi, a día de hoy, no es un hub financiero si lo comparamos con otras regiones europeas o con Madrid y Cataluña -aclaro que me referiré en este artículo únicamente a la financiación alternativa o financiación no bancaria. No obstante, podemos atisbar que, desde hace un tiempo se está produciendo el despertar de lo que en términos porterianos se denomina un clúster financiero -no confundir con asociación clúster-, un despertar impulsado, principalmente, por nuevas empresas tecnológicas y negocios digitales, así como por los bajos tipos de interés que desde hace unos años desvían la atención inversora hacia otras alternativas en el mercado financiero.
Todavía, del total del volumen de inversión en private equity y venture capital que se produjo en España en un año de récord como 2019, únicamente el 2% recaló en País Vasco
Poco a poco se suman más agentes: gestoras de capital en private equity como ABE Capital o Gaea Inversión, que se añaden a la histórica Talde Gestión, cada vez más diversificada, o gestoras y fondos de ‘enture Capital como Mondragon CR, All Iron, Easo Ventures, Cardumen, Ysios Capital Partners, Whitehole Investments o Inveready Asset Management, que complementan desde la iniciativa privada lo que se desarrollaba con agentes públicos o parapúblicos como Capital Riesgo del País Vasco, Seed Capital Bizkaia y Orza, a los que se les han sumado Geroa e Itzarri con posiciones cada vez más destacadas de sus carteras; sin omitir el protagonismo que están adquiriendo los asesores en Corporate Finance, más activos y especializados, pero sobre todo por el empuje de pymes y startups que son las verdaderas protagonistas de esta transformación del ecosistema vasco y que, en mayor medida, se están incorporando a la cadena de valor para que ese objetivo de hub financiero pueda convertirse en una realidad.
Además, comprobamos que gestoras y fondos de inversión europeos, especializados en industria, infraestructuras, energías renovables, salud, biotecnología y transformación tecnológica y digital, pero también de más allá de nuestras fronteras comunitarias, están mostrando interés por invertir aquí debido al marcado perfil industrial del territorio, el posicionamiento competitivo de las empresas en un mercado globalizado y la profesionalidad de sus gestores.
A pesar de todo ello, queda mucho camino por recorrer. Todavía, del total del volumen de inversión en private equity y venture capital que se produjo en España en un año de récord como 2019, únicamente el 2% recaló en País Vasco, esto representa solo un tercio del peso de la economía vasca en el PIB nacional; aunque es cierto que en número de operaciones superó el 13%, estas fueron mucho menores, casi siete veces inferiores a la media nacional. Veremos, cuando a finales de abril o principios de mayo se publiquen cifras actualizadas, cuál ha sido su evolución en un año tan atípico como 2020. La buena noticia es que tenemos recorrido de mejora.
Desde mi punto de vista hay tres elementos clave que ayudarían a acelerar este proceso, porque el rumbo lo tenemos bien marcado, pero falta velocidad para recuperar la continua merma en ventaja competitiva cuando nos comparamos con otras regiones líderes que lo hacen tan bien como nosotros, pero más rápido. En términos de territorio, supimos implementar con éxito en la década de los 90 nuevas políticas de calidad y sostenibilidad, erigiéndonos en una de las comunidades con más empresas certificadas en estos ámbitos en el Estado, al igual que en relación al impulso a la I+D+i una década más tarde, acercándonos hoy a los estándares medios de las economías más avanzadas de Europa. Para ello, estoy seguro seremos capaces, también, de impulsar la industria del capital riesgo y venture capital y por ende la inversión alternativa, y como decía previamente habría que accionar estas tres palancas localmente.
La primera, impulsar una mejora del tratamiento fiscal de manera coordinada en los tres territorios históricos vascos, a pesar de los esfuerzos realizados en algunos de ellos que reconozco están dejando ver sus frutos, con el fin de mejorar el retorno adicional de la inversión de los gestores, flexibilizando el régimen para inversores en entidades de venture capital y reforzando las medidas de promoción de este tipo de instrumentos. La segunda palanca implica reorientar la misión de algunos vehículos públicos creados para el fomento de la industria de la inversión, que en esta etapa de mayor crecimiento y consolidación del sector dejan de tener el mismo sentido original, destinando esos recursos liberados a multiplicar la creciente iniciativa privada, por ejemplo, con la creación de un Fond-ICO vasco; un fondo de fondos con reglas claras y tasadas para todos y donde lo público tenga un papel de habilitador más que de inversor directo.
Por último, es necesario ahondar con decisión en una política decidida de atracción de talento que ayude a enriquecer toda la cadena de valor de esta industria financiera (no oculto que sería determinante, también para este sector, mejorar la conectividad de transporte con la puesta en marcha del tren de alta velocidad, que anota más de 20 años de retraso). Todavía estamos inmersos en medio de la mayor pandemia de nuestra generación que ha puesto a prueba a todas las economías del planeta llevándolas al límite por el cierre de sectores y el confinamiento de la población. Incluso, para aquellos que han sido capaces de salvar los muebles, está siendo un año nefasto en términos económicos, porque en una crisis tan profunda todos perdemos. Las cuentas públicas han sufrido el mayor desequilibrio desde hace décadas y la deuda pública no para de alcanzar récords históricos, situación inimaginable hace un año, cuya repercusión en generaciones futuras es todavía incalculable. En este contexto las empresas han de ser nuevamente valientes y afrontarlo como una oportunidad, una oportunidad para transformarse. ¿Cómo? Haciéndose más digitales, más sostenibles, pero sobre todo ganando en tamaño para convertirse en más competitivas y resilientes. La industria del private equity y venture capital puede ser una gran aliada, por supuesto que no el único, pero se estima que solo en España cuenta con una liquidez de entre 4.000 y 4.500 millones de euros para invertir en los mejores proyectos. ¡Por qué no aspirar a ello!