El Factor E de la innovación
Una observación que confirma algo conocido por todos: que la innovación se ha convertido en la clave para el progreso, la evolución y el crecimiento, y solución a la mayor parte de los problemas.
De hecho, la experiencia demuestra que, tanto en el mundo social como empresarial, tienen éxito quienes innovan: empresas e instituciones que sorprenden y van por delante; gentes y colectivos con capacidad de adaptarse al cambio y sacar provecho a cada circunstancia.
En buena parte, innovar es como hacer magia: descubrir oportunidades donde los problemas abruman, sacarse nuevas ideas de la chistera, identificar nuevas vías de crecimiento… Una actividad, además, asociada habitualmente con elementos positivos: optimismo, crecimiento, bonanza, beneficio o bienestar. De hecho, de un modo u otro, todos queremos ser innovadores.
Pero la innovación es tan atractiva como esquiva. Porque no es fácil dar con nuevas ideas. Y, cuando las tienes, tampoco resulta sencillo desarrollarlas y ponerlas en práctica. Además, innovar introduce en el terreno de la incertidumbre: puede generar pérdidas, implica asumir riesgos, supone abrazar cambios, suele ser incómoda…
Analizando cómo innovan los que más innovan, se pueden identificar tres pautas que acompañan siempre a la innovación: suele darse en empresas que (1) posicionan la innovación como oportunidad, (2) que acotan el ámbito y los esfuerzos para innovar y (3) que destinan recursos fijos para ello, independientemente de los resultados.
Pero hay un cuarto factor, que nos gusta llamar factor E, todavía más definitivo. Se trata del equipo, el elemento que realmente marca la diferencia. Porque, si cuentas con un buen equipo, el resto de las cosas vienen dadas.
“En buena parte, innovar es como hacer magia: descubrir oportunidades donde los problemas abruman, sacarse nuevas ideas de la chistera, identificar nuevas vías de crecimiento…”
De hecho, la mayor parte de empresas innovadoras cuentan con equipos de especialistas, muchas veces sin apenas ser conscientes. Grupos de personas que comparten un sueño, se apoyan mutuamente y disfrutan con lo que hacen. Unidades de trabajo similares a las que Reed Hastings, el fundador de Netflix, denomina high performing teams.
Con equipos de ese tipo, la innovación queda garantizada. No solo su chispa de originalidad – que hace descubrir oportunidades donde solo hay barreras– sino, también, porque están vacunados contra el fracaso: se rehacen frente a cada obstáculo, ven las derrotas como aprendizajes y sacan de ellas vitamina para continuar. Porque la innovación, realmente, solo se consigue de fracaso en fracaso. Hasta que al final, tras un montón de fracasos sucesivos, se da con la idea que funciona.
Un tipo de equipo que proporciona la coraza de motivación que hace la innovación posible, gracias al trabajo compartido de un grupo de colegas que acompaña y comparte los mismos sueños.
¿Cómo dar con un equipo de esas características? A veces sale solo, a veces hay que buscarlo, a veces se cultiva. Descubrir cómo crear y desarrollar ese tipo de equipos es, probablemente, una de las tareas esenciales de cualquier directivo innovador.