Comer alimentos crudos de origen animal
Cada dos por tres podemos ver vídeos en las redes sociales donde aparecen personas comiendo a mordiscos diferentes alimentos crudos de origen animal: desde huevos enteros, con su cáscara y todo, y recién recogidos del gallinero, hasta pescado recién capturado, pasando por carne cruda o leche recién ordeñada.
Por lo general, los protagonistas de estas “hazañas” son hombres musculados y ligeros de ropa, convencidos de que nuestros ancestros eran más fuertes y gozaban de mejor salud que nosotros. Olvidan o desconocen que consumir estos alimentos sin un control adecuado y sin las pertinentes medidas higiénicas es como jugar a la ruleta rusa: en ellos se pueden encontrar diferentes patógenos (por ejemplo, bacterias como Salmonella, Listeria, Escherichia coli, Campylobacter, etc.), capaces de causar enfermedades potencialmente graves que pueden llegar a resultar fatales.
Si no, que se lo digan a muchos de nuestros ancestros que no vivieron lo suficiente para contar esas experiencias, precisamente porque esos u otros patógenos se lo impidieron. Y es que una de las normas básicas para tratar de reducir riesgos cuando comemos es la de calentar los alimentos suficientemente: en el caso de los de origen animal, es recomendable cocinarlos hasta que estén bien hechos por dentro.
La indignación como cebo
Entre la colección de vídeos disparatados en torno a la comida que nos llegan a través de las redes sociales destacan también algunos que proceden principalmente desde Estados Unidos y que merecen una categoría aparte. Se trata de “recetas” de lo más pintorescas que intentan atraer la atención de algún modo, normalmente apelando a nuestra indignación. Este efecto se conoce como “ragebait”, ya que se utiliza la rabia como cebo.
Por lo general, lo hacen de tres formas, que no son excluyentes:
- Cocinando en lugares inverosímiles, como un fregadero o la taza de un váter.
- “Corrompiendo” alguna receta tradicional (por ejemplo, haciendo paella con chorizo y salchichas de Frankfurt).
- Realizando recetas obscenamente excesivas; por ejemplo, hamburguesas bañadas en chocolate, rebozadas y fritas, cubiertas con queso fundido y nubes de gominola.
Nada es real, pero el gancho funciona. Además, podemos caer en el error de querer emular esas “hazañas”, pensando que, si ya lo ha hecho alguien, no será tan malo. Por si queda duda: cocinar en la taza del váter no es buena idea.
El lavavajillas como horno
A veces no es fácil discernir si los disparates que nos llegan a través de las redes sociales se deben a ese afán por llamar la atención o, por el contrario, si se hacen realmente con buena voluntad y están movidos tan solo por el desconocimiento.
Es el caso de los vídeos donde se recomienda cocinar en el lavavajillas. En principio, la propuesta, aunque sorprendente, parece coherente: aprovechar el calor que genera este electrodoméstico para cocinar alimentos a la vez que se lavan los platos puede parecer una buena medida para ahorrar tiempo y energía. La idea es simple: colocamos los alimentos que queramos cocinar en el interior del lavavajillas y lo ponemos en marcha: por ejemplo, una rodaja de salmón envuelta en papel de aluminio o unas verduras en un envase de cristal hermético.
Uno de los problemas en estos casos es que cocinamos a ciegas: no podemos controlar la temperatura que alcanzan esos alimentos en su interior, así que es difícil saber si realmente están bien hechos o no.
Pero el principal problema no está ahí, sino en algo mucho más obvio: la posible contaminación de los alimentos, ya sea por el detergente del lavavajillas o por las bacterias que abundan en ese entorno. Y es que para lograr que los alimentos sean inocuos, no basta con calentar y ya, sino que hay que acompañar esa medida de otras, tan básicas como mantener unas condiciones higiénicas: si cocinamos en un entorno donde la contaminación química o biológica es un riesgo inminente, cualquier pequeño fallo (por ejemplo, un tarro mal cerrado), puede acabar en tragedia.
Los riesgos de las conservas caseras
En muchos otros vídeos que hablan de preparaciones culinarias no se aprecia esa mala intención de la que hablamos antes, pero sí mucho desconocimiento. Es el caso de aquellos donde se ofrecen recomendaciones e instrucciones para elaborar conservas caseras. El problema es que se suelen pasar por alto aspectos importantes, lo que pueden comprometer la inocuidad de los alimentos y, consecuentemente, poner en riesgo la salud.
Por lo general las instrucciones que se ofrecen son muy simples: cocinar el alimento, meterlo en tarros de cristal, dejarlos unos minutos al baño maría y después de sacarlos, dejarlos unos minutos boca abajo, mientras se enfrían, para comprobar que están bien cerrados. Pero debemos saber que el principal riesgo en estas preparaciones es la posible presencia de una bacteria potencialmente muy peligrosa, Clostridium botulinum, que es muy resistente al calor.
Por eso se recomienda no elaborar conservas en casa. Y, en caso de hacerlas, es necesario saber muy bien lo que se está haciendo, aplicando las medidas necesarias y controlando el proceso.
Un ejemplo: deberíamos medir el pH del alimento, ya que los alimentos poco ácidos (como la mayoría de los que se suelen utilizar en estas preparaciones) deben ser sometidos a temperaturas de más de 120 ºC durante un determinado tiempo, que dependerá, entre otras cosas, de las dimensiones del tarro. Esto significa que en su elaboración deberíamos calentar los tarros en el interior de una olla a presión, a poder ser, controlando el tiempo y la temperatura que se alcanza en el interior del alimento. Es decir, se requieren unos controles que difícilmente podemos aplicar en casa.
Otras preparaciones domésticas arriesgadas
De forma similar a lo que ocurre con las conservas caseras, podemos encontrar muchos otros vídeos donde se hacen recomendaciones que en principio parecen llenas de buena voluntad, pero que también pecan de desconocimiento, lo que puede comprometer la inocuidad de los alimentos y nuestra salud.
🔴 Elaborar lomo ‘curado’ casero
En una de las publicaciones que se han hecho más populares en los últimos meses, se ofrecen unas sencillas instrucciones para elaborar lomo “curado” casero: se compra una cinta de lomo, se añaden condimentos como sal y especias, y se envuelve bien para almacenarlo durante unas semanas en el frigorífico. Así se va transformando, gracias sobre todo al efecto de la sal y de la desecación, hasta que finalmente podemos lonchearlo y comerlo en crudo.
Esto, además de aportar la satisfacción de hacerlo con nuestras propias manos, parece más barato y más “natural” que las versiones comerciales. Pero hay un problema y es que en esas condiciones de elaboración existe el riesgo de que se desarrollen bacterias patógenas que pueden ser muy peligrosas, como Listeria o Clostridium botulinum, ambas resistentes a las bajas temperaturas y a las elevadas concentraciones de sal.
Por eso en las preparaciones comerciales se toman diferentes medidas encaminadas a evitarlo, consistentes sobre todo en utilizar aditivos que inhiben el desarrollo de esos patógenos (nitratos y nitritos). Además, se controlan las condiciones (por ejemplo, la humedad y la temperatura), y se realizan análisis microbiológicos de los productos.
🔴 Zanahorias en tarros con agua dentro de la nevera
Algo parecido podemos decir de otras recomendaciones caseras, como la de guardar las zanahorias crudas en tarros con agua dentro del frigorífico “para que se conserven más tiempo”.
Al igual que en el caso anterior, también pueden desarrollarse bacterias patógenas como Listeria, dado que el frío del frigorífico ralentiza su crecimiento, pero no lo evita.
Noticia publicada en: https://www.consumer.es/seguridad-alimentaria/riesgos-ocultos-videos-virales-comida