Robótica, automatización y otras profecías incumplidas
En la actualidad vivimos una oleada neo–ludita, consistente en la magnificación de los efectos generables por la robotización, la automatización, la analítica de datos y la inteligencia artificial. Resurge el temor a que el progreso tecnológico conduzca a un desempleo masivo.
La segunda revolución industrial introdujo la maquinaria eléctrica y la línea de montaje. Quizás el exponente más relevante de su aplicación sea Ford Motor Company. Las técnicas de automatización aplicadas por Ford permitieron reducir el tiempo de montaje de un vehículo desde las 12 horas a 90 minutos, y el precio de adquisición se redujo de 850 a 300 dólares.
Algunos economistas aplican el término falacia ludita a la concepción por la cual el desempleo generado por la innovación tecnológica conduce inexorablemente al paro estructural.
La introducción del automóvil creó 6,9 millones de empleos netos en los Estados Unidos de América en el período comprendido entre 1910 y 1950. Esta cifra corresponde al resultado de la creación de 7,5 millones de empleos en el sector de la automoción y la destrucción de 623.000 empleos en ocupaciones como la fabricación de carruajes, arneses y monturas, así como la desaparición de actividades como la cría de caballos y las herrerías.
De forma equivalente, la aparición del ordenador personal o PC permitió la creación neta de 15,8 millones de empleos en los Estados Unidos a partir de 1980. Si bien se perdieron 3,5 millones de empleos como consecuencia de la introducción del PC, incluyendo los trabajadores que fabricaban máquinas de escribir y ocupaciones como secretarias, contables y administrativos… En paralelo se crearon 19,2 millones de nuevos empleos en la fabricación de hardware, el desarrollo de software o las nuevas ocupaciones ligadas al despliegue y uso de las TICs en las empresas.
De forma agregada, el desarrollo tecnológico no ha impedido el incremento del empleo: según el Banco Mundial, el número de personas empleadas en la manufactura en el mundo no ha cesado de crecer: de los 150 millones de empleos en 1970 se ha pasado a los 347 millones de empleos en 2010.
Por eso, algunos economistas aplican el término falacia ludita a la concepción por la cual el desempleo generado por la innovación tecnológica conduce inexorablemente al paro estructural. Históricamente estas predicciones apocalípticas nunca se han visto refrendadas por la realidad.
Contrariamente a estas creencias, la innovación tecnológica ha generado más empleo del que ha destruido, estimulando la demanda y mejorando las condiciones de vida de la humanidad. Tal y como afirmara irónicamente el físico danés Niels Bohr, “Hacer predicciones es muy difícil, especialmente cuando se trata del futuro." Así, cabe recordar que la consultora McKinsey realizó un estudio para IBM por el cual concluyó que el mercado mundial de ordenadores nunca sobrepasaría los 10 ejemplares o que ATT vendió los resultados de diez años de desarrollo de la tecnología de móviles llevados a cabo por los Laboratorios Bell cuando la misma consultora estimó que el mercado mundial de telefonía móvil no sobrepasaría las 100.000 unidades al año.
Robótica, Big Data, Inteligencia Artificial…
Por ejemplo, los robots no son objetos del futuro: ya llevan varios lustros con nosotros y su aplicación está generalizada. Según datos aportados por la Asociación Española de Robótica, en 2016 había 56.631 robots instalados en España. Es decir, una densidad de 16 robots por 1.000 trabajadores empleados en la industria, mientras que Francia presenta una densidad de 13 robots y Corea del Sur 63.
También son conocidos los ámbitos de aplicación preferentes de la robótica: la manipulación, carga y descarga de máquinas representa el 57,1% de las aplicaciones introducidas en 2016, mientras que la soldadura representa el 19,3% de las nuevas aplicaciones instaladas. Como se aprecia, las aplicaciones de la robótica mejoran las condiciones de trabajo más onerosas existentes en la industria.
Cuando se mencionan las diversas tecnologías de la profecía neo–ludita (Robótica, Big Data, Inteligencia Artificial…) convendría hilar fino, porque no todas ellas son novedosas ni su efecto es desconocido.
Dicho esto, habría que llamar la atención sobre la auténtica revolución silenciosa que se está produciendo en la actualidad en el sector terciario. En efecto, mientras seguimos analizando el progreso tecnológico desde el paradigma de la industria, la auténtica transición tecnológica se está produciendo en el ámbito de los servicios y la distribución.
Conforme al principio enunciado por el investigador americano Roy Amara, “las personas tendemos a sobrestimar el efecto de una tecnología a corto plazo y subestimar el efecto a largo plazo”. Este principio es perfectamente aplicable a las tecnologías de Internet y telefonía móvil, cuyos efectos parece que damos ya por descontado, pero que están ocasionando una auténtica transformación del sector de la banca y la distribución.
En efecto, estos sectores presentan una elevada exposición a la automatización de las actividades rutinarias y la interacción con el cliente. Según los datos aportados por CITIBANK, un cliente tipo entra en contacto con la banca en 17 ocasiones al mes a través de diversos canales. De éstas, 15 interacciones se llevan a cabo sin contacto humano mediante la banca por Internet y móvil, los cajeros automáticos, el empleo de las tarjetas de crédito o las redes sociales.
Desde 2008 en la banca española se han destruido 79.944 empleos. A pesar de ello, la previsión es que los bancos continuarán cerrando oficinas en los próximos años: CITIBANK prevé que el empleo en la banca europea se reduzca un 30% adicional por efecto de la automatización para el año 2025.
Otro fenómeno transformador silente lo constituye el comercio electrónico. En Estados Unidos se ha acuñado el término apocalipsis del comercio para caracterizar los efectos de este fenómeno. La bancarrota de TOY´S “R” US o RADIOSHACK constituyen evidencias estrepitosas de este apocalipsis, que ya habría provocado el cierre de 12.000 grandes establecimientos.
En España se comienzan a evidenciar sus primeros efectos: con una facturación anual que alcanzó los 30.406 millones de euros en 2017, las ventas digitales representan el 4,2% de las transacciones comerciales. Una tasa muy inferior al Reino Unido, donde la penetración es del 17%, al 15% del mercado alemán o al 10% de Francia.
Pero, como hemos visto, los avances tecnológicos no determinan un destino fatal: el progreso conlleva un proceso de destrucción creativa y de transformación estructural, con una reasignación de empleo entre sectores productivos.
Como consecuencia, la transformación económica generada por el desarrollo tecnológico puede ser visualizada como un reto: es la capacidad de adaptación la que determina en última instancia sus efectos concretos en un espacio económico específico.