Reproduciendo el pasado
El artesano
Natxo Kareaga de Diego (Bilbao 1957) realizó los estudios básicos, el bachillerato superior y el COU en su ciudad natal. Al no lograr ingresar en la facultad de Bellas Artes dada la singularidad de las pruebas de acceso de la época, obtuvo la titulación de Técnico Superior en desarrollo de carpintería pasando a trabajar por cuenta ajena los últimos dieciocho años.
Se trata de un artesano vocacional, buen dibujante desde la niñez, lo que sigue practicando junto con la pintura y la escultura. Ha participado en cursillos sobre talla de madera, en la Escuela de Arte de Deba. También es aficionado a coleccionar fósiles.
Los medios y los productos
El artesano cuenta con un taller de unos cincuenta metros cuadrados que forma parte de otro mayor. En el mismo, puede observarse la mesa de trabajo y estanterías donde se depositan materiales y útiles como los pinceles que emplea en su trabajo.
Como ya hemos adelantado, Natxo reproduce lo más fielmente posible las figuras (caballos, bisontes, cabras entre otras) de las cuevas de Ekain y Altxerri. Además de su propia documentación cuenta con las fotografías publicadas por la Sociedad de Ciencias Naturales Aranzadi, sobre todo de Jesús Altuna.
Al mismo tiempo, el artista empiezó a desarrollar su creatividad aplicando las técnicas para la reproducción del pasado a los objetos utilizando en su vida cotidiana.
Los materiales utilizados
Los materiales utilizados tienen una gran importancia en la calidad de las réplicas que se realizan. Las piedras que constituyen el soporte sobre las que reproduce los animales pintados en las cuevas de Ekain y Altxerri las adquiere en Alemania, en la zona de Baviera y datan del Jurásico y se extraen manualmente. Su tamaño es variable, mayoritariamente en torno a 30 por 30 cm. y grosor de 1 cm. con una superficie plana así como porosidad y textura adecuadas lo más parecidas posible a las paredes de las cuevas de Ekain y Altxerri.
Natxo nos recuerda que “aunque no eran los únicos colores ni componentes que utilizaban los artistas del Paleolítico Superior, los ocres proporcionaban toda una gama de amarillos, rojos y pardos, utilizándose el manganeso y carbón para lograr los negros”. Asimismo, consiguieron auténticas “recetas de pintura” al mezclar estos pigmentos con arcillas, cuarzos molidos u otras materias, y también al calentarlos a altas temperaturas para variar su color.
Marrón: Hematites + cuarzo
Rojo intenso: Hetatites + calcita + dolomita
Amarillo claro: Goetita + calcita + dolomita
Negro: Carbón (madera, huesos)
El carbón y el ocre se usaron directamente como tizas o lapiceros. El ocre, disuelto en agua, se aplicaba con los dedos, la mano o con tapones y muñequillas de piel fina. También se soplaba a través de hueso de ave, creando esa singular técnica que hoy se conoce como aerografía”.
Actualmente los cuatro pigmentos habitualmente empleados (negro, marrón, beige y amarillo) tienen gran importancia. El primero se consigue partiendo del manganeso o es sustituido por un carboncillo. El marrón castaño o rojizo lo consigue Natxo por la pulverización de tierra arcillosa, aunque hubo una época en que podía adquirirse en una droguería donostiarra especializada. El beige amarillento se logra partiendo de la limonita aunque posiblemente también puede obtenerse de grasas de animales y por último el amarillo puede conseguirse en el comercio.
La reproducción
El artista/artesano antes de iniciar el pintado, debe elegir lo que va a tratar de reproducir y el soporte sobre el que va a llevarlo a cabo. La primera de estas cuestiones no presenta mayores problemas dada la gran riqueza de pinturas rupestres. Las piedras a pintar siempre presentan singularidades, desde dibujos hasta pequeñas alteraciones de la superficie que el artesano trata de aprovechar.
La parte fundamental del proceso es el pintado del soporte, utilizando pinceles y los colores más adaptados al original cuyas líneas siempre se respetan. El artista/artesano reproduce las distintas partes cambiando los pinceles y colores cuantas veces considera que es necesario hasta lograr una copia que pudiéramos denominar “exacta”. Como consecuencia de lo anterior, cada obra es única.
La comercialización
Natxo Kareaga entiende que una actividad como la que él desarrolla requiere una cierta vocación, habilidad manual y paciencia en la medida en que la réplica de las pinturas es obligado llevarla a cabo de manera pormenorizada y por consiguiente sin prisa alguna. Lo contrario puede afectar negativamente a las réplicas.