Paradojas cooperativas (II)
Más que de blancos o negros la paradoja permite hablar de grados, de grises. Por eso es un concepto tan interesante, porque abre puertas a la gestión de lo aparentemente contradictorio y permite visualizar la realidad desde un prisma más amplio, que hace posible entender mejor la realidad en toda su complejidad. Por ejemplo, cambio y estabilidad son conceptos contradictorios en apariencia, pero ni uno ni otro son buenos o malos per se, todo depende de grados y de matices, de equilibrio, al fin y al cabo. Si los vemos así, como elementos que comparten una misma esencia con diferencias de intensidad, es probable que sepamos armonizarlos en función de cada circunstancia. Veamos algunos ejemplos más.
Localismo / endogamia
El desarraigo, tanto personal como organizativo, puede ser un elemento altamente desestabilizador. Conocer las raíces y deberse a una tierra resulta esencial, más si cabe en esta época tan volátil. Nos nutrimos de lo local, lo comunitario nos vincula a la realidad y da sentido a lo que hacemos. El modelo cooperativo es intrínsecamente local pues está encarnado por personas que viven en una comunidad, sea la que sea y esté donde esté. No olvidemos que nuestras cooperativas nacieron como instrumento de mejora de su entorno, esa era y es la razón de su existencia. Pero también tienen un espíritu universal. La virtud de lo local y la solidaridad con lo cercano, no deben derivar en cerrazón e insolidaridad con lo lejano. El arraigo y la solidaridad con la comunidad madre se pervierte si deriva en endogamia. Es bueno no olvidar que el ideario de la Experiencia bebe también de fuentes que entonces eran lejanas, extranjeras, y que Arizmendiarrieta supo traerlas y traducirlas a su realidad. La apertura, en la época que nos toca vivir, no es sólo recomendable sino absolutamente necesaria. Apertura hacia nuevas culturas y formas de pensar, apertura con lo nuevo y lo diferente, apertura hacia otras experiencias de autogestión y hacia distintas formas de hacer realidad valores cooperativos de siempre.
Autocrítica / descreimiento
A menudo echamos de menos más sentido de pertenencia y orgullo cooperativo. La capacidad de autocrítica interna es alta, hasta el punto en que, con frecuencia, las valoraciones positivas quedan diluidas entre tanta crítica. Terminan siendo abrumadora minoría. Y la crítica es necesaria, sí, pero siempre que sirva para avanzar. Si no es así, se convierte en ejercicio pseudo terapéutico de desahogo para señalar culpables. Puede que la crítica a secas, sin autocritica, sea una actividad concurrida y de fácil adicción, pero termina resultando cansina y lo que es peor, puede crear un estado de opinión corrosivo. En ese ambiente lo más fácil es mostrarse descreído, seguir la corriente y recrearse en destacar lo negativo. Siempre podemos encontrar argumentos para justificar nuestra posición crítica, razones ciertas en muchos casos, no cabe duda, pero razones habitualmente esgrimidas desde la comodidad del que no se moja en aportar soluciones. Seamos críticos, sí, pero también honestos. Mirémonos primero al espejo. Y seamos responsables de nuestras palabras. Nada es inocuo, y menos aquellos comentarios que nos quitan fuerza.
Bienestar / aburguesamiento
Parafraseando a una voz universitaria autorizada, podríamos decir que hemos pasado del cooperativismo de la necesidad al cooperativismo del bienestar. Las necesidades de todo tipo que caracterizaron a las primeras décadas de nuestra historia cooperativa fueron un factor motivador natural que aglutinó y dio sentido al movimiento cooperativo. Necesidades humanas básicas a las que se dio respuesta de forma colectiva y solidaria. Afortunadamente, la evolución socioeconómica y el esfuerzo de generaciones han hecho posible alcanzar cotas de bienestar envidiables. Lamentablemente, también se puede afirmar que esta crisis está haciendo tambalear el bienestar material alcanzado, generando angustia e incertidumbre en muchas familias. Pero, desde una perspectiva evolutiva de largo plazo, hay quien señala que el bienestar material ha traído consigo cierto aburguesamiento del colectivo cooperativo. Una condición y sensación que hace que tengamos más que perder que ganar, una fuerza que nos empuja a ser más conservadores que emprendedores. Aunque sea una afirmación cuestionable, pues la vivencia variará sensiblemente de una generación a otra y de una situación personal a otra, tiene su lógica si consideramos que es muy humano tratar de preservar lo que se tiene si la expectativa de futuro no es mejor. En este contexto, el reto consiste en hacer cooperativismo en un entorno de bienestar. ¿Nos une una visión y expectativa de futuro o el miedo a la pérdida? ¿Nos alimenta la ilusión por el futuro o el temor por conservar lo que tenemos? ¿Qué peso tiene lo material en nuestra escala de valores? Si el trabajo cooperativo cubre únicamente nuestro espectro de necesidades materiales, nos estamos perdiendo la oportunidad de alcanzar un BIENESTAR, con mayúsculas, que va más allá de lo material y que apela a lo mejor de cada uno de nosotros.
Valores / hechos
Declarar determinados valores, sean los que sean, acarrea una responsabilidad. Es relativamente sencillo elaborar un listado de valores organizativos, pero no resulta tan fácil llevarlos a la realidad. Ser coherentes con lo que decimos y obrar en consecuencia parece ser un principio lógico. Pero cuando hablamos de personas y organizaciones, la experiencia nos dice que siempre se da un grado de incoherencia. Y es un fenómeno difícil de asumir pues nos juzgamos a nosotros mismos por las intenciones de nuestros actos, normalmente benevolentes, cuando los demás nos juzgan por los hechos mismos. Tener presente esta variable es de gran ayuda para comprender y hacernos cargo de los desencuentros que sufrimos. La explicitación del por qué hacemos lo que hacemos es una forma de hacernos entender y de acortar la distancia entre las intenciones y los hechos. Pero el reto de disminuir la brecha entre los valores cooperativos declarados y nuestras acciones cotidianas es exigente. Más aún cuando lo que está en juego es la credibilidad. No basta con estar de acuerdo con los valores de los que nos hemos dotado (primer paso necesario) si nuestras acciones (que no intenciones) no los acompañan. Y no siempre superamos este ejercicio de coherencia. El antídoto para ir mejorando pasa por ganar consciencia, tener la claridad mental y humildad suficientes para darnos cuenta. Y, claro está, que en algún sitio nos duela, nos pique o nos raspe pillarnos en un renuncio.
Laburbilduz… paradoxak lagungarriak izan daitezke. Kontraesankorrak diruditen kontzeptuak zuri-beltzean baino gradutan neurtzen laguntzen digute eta errealitatea hobeto ulertzen. Paradoxaren gestioak laguntzen digu tokian-tokiko ikuspegia balore unibertsalekin lerratzen. Kritika egiteko orduan geure buruari begiratzearen garrantziaz ohar arazten gaitu, erabateko zinismoan ez galtzeko. Kooperatibismoak ongizatera eraman behar gaituela gogoratzen digu, baina ez erosotasun gehiegizkora. Balore eta ekintzen arteko harremana ulertzeko ere ongi datoz paradoxak, uste eta egiten dugunaren artean dagoen tartea kudeatzeko.