La clave de la resiliencia: Anticipación
A finales de los 90 la dependencia de la tecnología era una realidad. Todos habíamos oído hablar del ‘Efecto 2000’ y teníamos miedo, por lo que las or - ganizaciones prepararon en mayor o menor medida planes de contingencia ante posibles paradas…
El 2000 llegó y no pasó nada reseñable más allá de la preparación para un efecto que no se dio. Nos quedamos entonces con la errónea sensación de “no ha sido para tanto”, pero la conclusión real era otra: nos habíamos preparado, nos habíamos anticipado y, por ello, no ocurrió nada y si hubiera pasado, sabíamos cómo actuar porque estábamos preparados.
Quizá aquel caso fue el ejemplo más claro y extendido de actuación frente a un potencial riesgo y la preparación ante ello por parte de organizaciones a nivel mundial. Sin embargo, salvo excepciones (gestión de infraestructuras, actividades peligrosas, sectores concretos…), hoy no vigilamos ni nos preparamos de forma ordenada y sistemática frente a los eventos que suceden en distintos contextos. En 20 años hemos vivido un ataque a las Torres Gemelas, una guerra en el Golfo Pérsico, terrorismo global, el mayor ‘Crash’ financiero desde 1929, un ataque cibernético mundial, un Brexit, un EE.UU. proteccionista, y hoy, una pandemia que ha parado al mundo en menos de tres meses y nos tiene en shock.
La inestabilidad no ha venido para quedarse. Estaba ya. ¿Habíamos decidido obviarla? Debemos ordenar la gestión de nuestros riesgos. Nos lo habían advertido las últimas normativas sobre responsabilidad penal de las sociedades de capital que nos llevaron a implantar el Compliance, las normas ISO que desde 2015 hacen referencia de forma incisiva en la gestión de riesgos, algunos clientes de sectores avanzados, etc., pero lo cierto es que en muchos casos hemos hecho una aplicación liviana en la gestión de nuestras empresas con el objetivo de “cumplir el expediente” y salir del paso. Ha llegado el momento de tomárnoslo en serio. Las cosas ocurren; evitemos la falsa sensación de seguridad. Hemos de hacer un mapa de riesgos ordenado y detallado. Este mapa no puede ser estático: debe revisarse actualizarse y evaluarse continuamente pues los riesgos cambian, desaparecen o se crean en función de la evolución de nuestra actividad, nuestra dimensión, los mercados en los que operamos, las tecnologías que asumimos los procesos que incorporamos…
Una vez identificados, debemos gestionarlos y esa, es parte importante de las responsabilidades de la dirección. Una buena gestión de los riesgos para evitar que se materialicen o para que una vez materializados, sus efectos sean mínimos, es una de las claves de la buena gestión. Para esto, es clave el diseño de escenarios y la vigilancia. Diseño de escenarios posibles que permitan definir acciones y planes de contingencia adecuados para actuar de forma ordenada ante aquellos eventos que se materialicen y que nos pueden afectar en mayor o menor medida, eliminando o externalizando los riesgos, minimizando los impactos, … Y vigilancia como la clave para detectar situaciones que hemos obviado y que se materializan en nuestro contexto, de manera que nos permita establecer medidas y adaptarnos de forma ágil. Todo ello está relacionado con la Gestión de Riesgos. Un concepto no novedoso, pero sí vigente. De esta crisis aprenderemos que debemos de prepararnos para la siguiente. ¿Cuál será esa crisis? Alguna de las que nuestros distintos escenarios dibujen o un cúmulo de ellas, pero en la medida que nos anticipemos, contaremos con organizaciones resilientes que no sólo sobreviven, sino que se fortalecen..