El sexo denigrado
A sus actos se las ha denominado cochinadas, y cochina o puerco a quien las ha practicado o evocado. En el imaginario cristiano, la sexualidad ha sido atribuida específicamente a la figura más detestada y temida del orden existente, el demonio, y los pecados del sexo tenidos como los más graves y vergonzosos.
De esta visión se ha derivado una amplísima casuística moral y una severa praxis educativa. Ha sido rigurosamente ocultada a los niños y, cuando impelidos por sus impulsos nacientes, han emergido curiosidades o juegos sexuales, estas actividades han sido consideradas como reprobables, peligrosas y anunciadoras de graves inmoralidades. Han sido, en consecuencia, censuradas con los calificativos más severos. Esta dimensión humana, el sexo, ha nacido, pues, en la denigración, la censura y la culpa. Nunca, ha sido contemplada como una luminosa potencialidad, cumbre de la bella arquitectura del sentir humano.
Si dirigiéramos una mirada no prejuzgada hacia todo el abanico de sensaciones, gestos y acciones que configuran el sexo, nos percataríamos asombrados de que las caricias excitadas y las penetraciones en las cavidades sexuales son las únicas acciones humanas que se han realizado en la oscura clandestinidad.
Coincidiendo con el advenimiento de los anticonceptivos, lo sexual ha empezado a ser promulgado en los medios de comunicación bajo una nueva luz, y tanto lo sexy como los órganos sexuales, e incluso sus prácticas, empiezan a ser presentadas en matices de belleza. De esto han tomado buena cuenta los adolescentes, y la declaración pública de actividades sexuales, en ellos antes y en ellas ahora, ha empezado a ser blandida como insignia de prestigio. Pero en las profundidades de la infancia, aún siguen teniendo vigencia las viejas percepciones y las antiguas prácticas educativas.
Como en otro orden de realidades humanas, no resulta tan fácil pasar página, y, aunque los usos sociales son en general fuente de nuevas concepciones morales, la ética de lo bueno y lo malo, de lo hermoso y de lo feo, de lo digno y de lo indigno, sigue desempeñando papeles importantes en la conciencia humana.
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