Antzinakoak: carpinteros funerarios
Uno de los artesanos más conocidos en esta actividad, sobre todo en el Goierri, fue Mateo Oyarbide Aramburu nacido en 1903 en el caserío Zunzunegi del término municipal de Beasain y que falleció en 2001. Dedicado a la carpintería, que como era habitual en la época llevaban a cabo una gran variedad de trabajos. Le sucedió y continuó en el oficio su hijo Ignacio Oyarbide Erro (Beasain 1945) que fue adaptando los servicios que prestaban a los cambiantes requerimientos de la demanda. Iñaki Oyarbide Aroztegui (1976) nieto e hijo de los anteriores, recoge el testigo de la empresa familiar en la hoy Funeraria Oyarbide que actualmente ofrece los servicios en el Tanatorio Comarcal.
Es destacable que ya en 1940 empezaron a comprar los ataúdes conocidos como de "tipo inglés" de color oscuro, tallados, lijados y con los bordes redondeados. Asimismo los de los párvulos o niños para los que se oficiaba la misa de gloria. En 1962 pusieron en funcionamiento el primer automóvil funerario que transportaba el féretro a los funerales de primera, segunda y tercera clase de la época que siempre se celebraban por las mañanas, habiendo continuado las innovaciones hasta nuestros días.
La construcción de la caja
La construcción de la caja es una labor que se llevaba a cabo en el taller de carpintería. El artesano compraba en el mercado tablones de madera, generalmente de pino y en ocasiones de castaño que se cortaban a las medidas adecuadas teniendo en cuenta las características del difunto por ejemplo su corpulencia. La forma irregular del féretro con mayor anchura y altura por la parte donde iba a asentarse la cabeza sobre una almohada, obligaba al encolado y encajado de las partes adaptándose a estas circunstancias.
Se continuaba forrando el interior del ataúd con tela de satén brillante sacándole algunos flecos para seguir barnizandolo con un color oscuro. Todos los féretros llevaban asas "de quita y pon" que se recuperaban en el cementerio. Las cajas y las andas de los niños eran blancas y en algún caso doradas.
Las herramientas que se utilizaban eran las propias de un taller de carpintería como sierras manuales, tenazas, martillos, mazos y macetas, escofinas, garlopas, taladros de berbiquí, gubias y cuchillas, así como lijas, entre otras, todo ello de varias clases y medidas.
Hacia 1930 se empezó a comprar las cajas en Rivadavia (Galicia) que en ocasiones venían talladas y con el cristal de la tapa superior colocado.
Las tareas
La muerte de un convecino, sobre todo en los pueblos de escaso número de habitantes, constituye una noticia de gran repercusión, sobre todo local, tanto más en la medida en que fuera poco esperada. La campana de la iglesia informaba al vecindario del fallecimiento y en muchos lugares ya indicaba si era hombre, mujer o niño. Aunque el carpintero funerario era rápidamente informado, en algunos casos la "hil kanpaia" llegaba con antelación.
Las labores que tradicionalmente realizaba el carpintero funerario eran muy diversas pudiéndose señalar, entre otras de menor entidad, la construcción de la caja en la que el difunto iba a ser enterrado así como las andas, dos barras de madera horizontales y paralelas y sobre las que se colocaría el féretro debidamente sujeto mediante unas correas para desplazarlo por los, con frecuencia, difíciles caminos "hil bideak" desde los caseríos hasta la iglesia donde iban a celebrarse los actos religiosos o al cementerio.
También les correspondía montar "la capilla ardiente" aportando los candelabros, los cirios con sus velas y las flores. Asimismo era frecuente que colaboraran con las amortajadoras, es decir, las que vestían al cadáver. Debían igualmente colocar sobre el ataúd las cintas que agarraban con una mano los familiares o amigos del difunto durante el desplazamiento de la caja. Asimismo se encargaban de preparar la documentación como certificados médicos o los requeridos por los juzgados. También colocaba encima del féretro un vaso con agua bendita y laurel así como un hisopo.
Los carpinteros especializados en la prestación de servicios funerarios, en su conjunto, han tenido en nuestro país una buena consideración. Su presencia junto a las familias en momento de especial dolor y dureza siempre se llevaba a cabo con el debido respeto y colaboración.
Oficios perdidos
En nuestro país se están produciendo grandes cambios en la artesanía que llamamos "tradicional" con un gran número de oficios perdidos por diversas razones entre las que merece destacar la desaparición de la demanda como puede ser el caso de las kopetas y los yugos para bueyes, basteros o relacionados con la minería. Pero también la evolución tecnológica, es decir, la fabricación de los bienes de forma industrializada y a menores costes, sin que se pueda olvidar la importación de productos a juicio de muchos compradores similares a los elaborados por nuestros artesanos y mucho más baratos.
Junto a esto podemos observar en nuestras ferias la creciente cantidad de objetos decorativos del hogar o de uso personal y el imparable aumento de las destinadas a la alimentación.
Los carpinteros funerarios es uno más de los oficios que las nuevas formas de organización social hicieron desaparecer aunque esperemos que, al menos, sigan en el recuerdo.