Ausolan y la Dana de Valencia

Ausolan y la Dana de Valencia

Javier Marcos, director de TU Lankide
Rosa Giné es la gerente del ámbito norte de Ausolan, entre cuyo radio se incluye también la gestión de la zona de Levante, donde emplean en torno a 1.000 personas.
08/01/2025

Ausolan tiene una cocina central en Torrent, en la zona cero de la Dana, para abastecer a sus clientes de la zona de Valencia, una instalación que, milagrosamente, apenas tuvo afectación. Según ha contado Rosa a TU Lankide, desde el primer momento “nos hemos puesto manos a la obra para echar un cable, en la medida de nuestras posibilidades”. Y lo hicieron de diferentes maneras: entregando toda la comida que tenían almacenada en los centros de avituallamiento, cocinando “caliente” para los equipos de voluntarios, ayudando a los competidores mientras recomponían sus instalaciones y tratando de armar ayudas de diversa índole para las personas afectadas. Una vez más, Ausolan ha hecho honor a su nombre (que, en euskera, escrito auzolan, significa “trabajo colectivo”) y ha arrimado el hombro para poner su espíritu solidario al servicio de la comunidad.

Solidaridad reactiva

La ola de solidaridad vivida en Valencia demuestra que el capital humano y social está ahí, esperando ser activado. Las crisis siempre activan un mecanismo social profundamente arraigado en nuestra naturaleza humana: la cooperación, el auzolan. Lo cual plantea una pregunta interesante: ¿cómo podemos institucionalizar esta solidaridad y transformarla en un motor constante de cambio social?

“El desafío es mantener vivo este espíritu solidario, no como una respuesta ocasional, sino como una práctica para el progreso social”

La solución podría radicar en estructurar la solidaridad más allá de lo reactivo. Crear redes comunitarias permanentes, fomentar la educación en valores cooperativos desde edades tempranas y establecer políticas públicas que incentiven la participación ciudadana son pasos pragmáticos hacia un modelo más resiliente. Si logramos canalizar esta energía colectiva hacia retos de largo plazo —como la lucha contra el cambio climático, la reducción de las desigualdades o el fortalecimiento de la cohesión social—, estaríamos construyendo una sociedad que no necesite de traumas para cooperar.

El desafío, por tanto, es mantener vivo este espíritu solidario, no como una respuesta ocasional, sino como una práctica constante. La “cooperación es la palanca que multiplica nuestras fuerzas” decía Arizmendiarrieta. Solo entonces dejaremos de ser una sociedad que actúa unida por obligación y empezaremos a ser una que avanza por convicción.